(Si estás cabreado y la quieres pagar conmigo; págame dos cervezas en “Casa Coronado”) - Proverbio de la Puerta de la Carne -
La RAE define al exabrupto como: “salida de tono, como dicho o ademán inconveniente e inesperado, manifestado con viveza”. Pues por ahí andamos en este santo, controvertido y sufrido país de nuestros amores y desvelos. Todos y todo está –estamos- instalados en el exabrupto. No diré errónea e injustamente que España es hoy un circo. No se merece tan loable, arriesgado y digno evento artístico, que cada vez que tenemos que utilizar un término descalificatorio tiremos de arriesgados trapecitas, sufridos funambulistas, domadores de leones (un recuerdo para el recientemente fallecido Ángel Cristo, que descubrió bastante tarde que las auténticas fieras estaban fuera de la jaula, más concretamente en esto que llamamos alegremente “el género humano”) y payasos llenos de talento y creatividad. Por tanto ya está bien que cuando queremos afirmar que “algo es una puta mierda”, tiremos siempre del manido “ejemplo ilustrativo” de que: “esto lo han convertido en un circo”. Si de algo anda largo el castellano es de las mil y una posibilidades que nos ofrece para llamar a las cosas por su nombre. Dejemos pues tranquilo al circo y a sus abnegados componentes.
Hay una cadena televisiva privada –de cuyo nombre no quiero acordarme- que desde su puesta de largo, no ha dejado que se pare ni un solo día el ventilador que instalaron cerca del basurero nacional. Mierda ideológica programada por un tubo, de la que se nutren diariamente bastantes de nuestros compatriotas. A mayores dosis de basura más posibilidades de incrementar la caja (en este caso más bien caja-lista que caja-tonta). Allá cada cual con su manera de entretenerse y cubrir su tiempo libre. Evidentemente que luego nadie se escandalice si nos llaman en sentido peyorativo: país de porteras (con mi sentido homenaje a tan noble, mal pagada y sacrificada profesión). Lo cierto es que si de verdad las cosas tuvieran un nombre acorde con el contenido de las mismas esta cadena debería llamarse: Tele-Exabrupto.
Posiblemente los defectos y virtudes que acompañan el devenir de los días de esta querida y sufrida España, de camisa blanca y zapato sucio, sean extensibles a cualquier otro país europeo. Pudiera ser. Pero resulta más que evidente, que en nuestra Piel de Toro cohabitan algunas cuestiones ancestrales que, para lo bueno y lo malo, llenan de verdad aquello de “Spain is different”. Siempre me resultó especialmente atractiva la visión que de nosotros han tenido ilustres hispanistas. Leerlos con suma atención, es un ejercicio más que recomendable, para desentrañarnos aspectos de nuestra naturaleza e idiosincrasia que se nos escapan bajo el prisma del ombliguismo patrio. Aquí en nuestra España de camisa blanca y zapato sucio, el numeroso clan de los portadores de exabruptos siempre encontró la tierra prometida. Las “salidas de tono”; el insulto soez, o la calumnia gratuita y perversa, siempre fueron la antesala para que el tema quedara (previo recordatorios ofensivos a los muertos) en la “solución” hispana de “llegar a las manos” (hoy ampliable a:”ya nos veremos en los tribunales”).
Desde la clase política, y desde algunas cadenas de radio y televisión, nos dan a diario un rotundo ejemplo de cómo envenenar la vida ciudadana a través del exabrupto. Entre los políticos siempre es la misma historia: el Partido ganador en las elecciones nos aclara de forma rotunda que gobernará sin una pizca de soberbia y, para que no quepan dudas, siempre contará con las opiniones de los demás partidos, especialmente las del principal Partido de la Oposición.
Estos a su vez dejan meridiamente claro que harán una oposición firme y decidida, pero eso si, siempre con la brújula del espíritu constructivo. ¡Faltaría más!
Nos dicen –todos- con impostada seriedad, que siempre deberán prevalecer, por encima de criterios partidistas, los intereses de España y por ende de sus ciudadanos (en la última y esperada reunión entre Zapatero y Rajoy, ya se ha podido comprobar cuantos temas se han tratado –y acordado- de verdadero interés para la ciudadanía). Luego no es de extrañar, que si en la vida cotidiana miramos como está el patio de la política, entren ganas de vomitar la primera papilla. La corrupción en nuestro propio partido se tapa con una manta de Zamora, para airear a bombo y platillo la que existe en nuestro principal competidor político. Los corruptos son siempre los otros y confiamos en la Justicia, eso si, siempre que las decisiones estén acordes con nuestros intereses. Caso contrario lo que hacemos es cuestionar la ideología y la imparcialidad de los jueces. ¿Cómo pueden quejarse a estas alturas que la gente joven cada día este más alejada de la política? ¿Es que creen que aparte de jóvenes son “carajotes”?
Hace unos días entre por curiosidad en un canal televisivo (omitiré su nombre) del que me habían comentado un montón de barbaridades. Aguanté solo diez minutos. Había una tertulia de “contenido político” donde los siete tertulianos eran “de la misma cuerda” (posiblemente en tiempos de Franco la hubieran prohibido por considerarla excesivamente de derechas). Pues bien uno de los tertulianos (también lo omitiré) que ha salido hace unos meses a la palestra en todos los medios, llamó al referirse a Felipe González como: “esa rata inmunda”. ¡Tira millas moreno que vienen curvas! Estaban hablando de un ex-Presidente de la democracia española y, lo triste, no solo asintieron ante este calificativo el resto de tertulianos, sino que aportaron algunas “lindezas” más de la misma naturaleza que el emitido. ¿A esto le llaman debatir o se trata de una apología del exabrupto?
Cada mañana suelo visitar en Internet las ediciones digitales de varios periódicos. Me interesan fundamentalmente las opiniones de los articulistas. En algunos de ellos se abren dos ventanas participativas, bien en términos de valoración a través de votos, o con la democrática posibilidad de añadir algún comentario al artículo de marras. El resultado de este ultimo apartado es curioso y significativo de cuanto nos rodea. Algunos comentarios están llenos de sensatez y alaban o critican de manera constructiva lo que allí se expone. Otros tiran a matar. Llaman (bajo el camuflaje del seudónimo) de todo al articulista. Les obsequian con calificativos tales como: meapilas, retrogrado, facha, progre de mierda o directamente y sin anestesia lo mandan a mamarla.
Esto es lo que hay, y cerrar los ojos ante lo evidente, es no querer ver en que se ha convertido en la actualidad esta España de camisa blanca y zapato sucio. Insultar, calumniar o vilipendiar sale muy barato en un país al que Lope de Vega describió magistralmente. Tierra del exabrupto por derecho propio y enorme fortín de las descalificaciones más injustas y arbitrarias. No hablamos de problemas generacionales como intentan vendernos, hablamos de decencia, respeto y tolerancia hacia los demás. Estas cosas no tienen fecha de caducidad. Convendría, eso si, que pudiéramos entender algún día en que consiste eso que eufemísticamente llaman: ser un buen demócrata.
La RAE define al exabrupto como: “salida de tono, como dicho o ademán inconveniente e inesperado, manifestado con viveza”. Pues por ahí andamos en este santo, controvertido y sufrido país de nuestros amores y desvelos. Todos y todo está –estamos- instalados en el exabrupto. No diré errónea e injustamente que España es hoy un circo. No se merece tan loable, arriesgado y digno evento artístico, que cada vez que tenemos que utilizar un término descalificatorio tiremos de arriesgados trapecitas, sufridos funambulistas, domadores de leones (un recuerdo para el recientemente fallecido Ángel Cristo, que descubrió bastante tarde que las auténticas fieras estaban fuera de la jaula, más concretamente en esto que llamamos alegremente “el género humano”) y payasos llenos de talento y creatividad. Por tanto ya está bien que cuando queremos afirmar que “algo es una puta mierda”, tiremos siempre del manido “ejemplo ilustrativo” de que: “esto lo han convertido en un circo”. Si de algo anda largo el castellano es de las mil y una posibilidades que nos ofrece para llamar a las cosas por su nombre. Dejemos pues tranquilo al circo y a sus abnegados componentes.
Hay una cadena televisiva privada –de cuyo nombre no quiero acordarme- que desde su puesta de largo, no ha dejado que se pare ni un solo día el ventilador que instalaron cerca del basurero nacional. Mierda ideológica programada por un tubo, de la que se nutren diariamente bastantes de nuestros compatriotas. A mayores dosis de basura más posibilidades de incrementar la caja (en este caso más bien caja-lista que caja-tonta). Allá cada cual con su manera de entretenerse y cubrir su tiempo libre. Evidentemente que luego nadie se escandalice si nos llaman en sentido peyorativo: país de porteras (con mi sentido homenaje a tan noble, mal pagada y sacrificada profesión). Lo cierto es que si de verdad las cosas tuvieran un nombre acorde con el contenido de las mismas esta cadena debería llamarse: Tele-Exabrupto.
Posiblemente los defectos y virtudes que acompañan el devenir de los días de esta querida y sufrida España, de camisa blanca y zapato sucio, sean extensibles a cualquier otro país europeo. Pudiera ser. Pero resulta más que evidente, que en nuestra Piel de Toro cohabitan algunas cuestiones ancestrales que, para lo bueno y lo malo, llenan de verdad aquello de “Spain is different”. Siempre me resultó especialmente atractiva la visión que de nosotros han tenido ilustres hispanistas. Leerlos con suma atención, es un ejercicio más que recomendable, para desentrañarnos aspectos de nuestra naturaleza e idiosincrasia que se nos escapan bajo el prisma del ombliguismo patrio. Aquí en nuestra España de camisa blanca y zapato sucio, el numeroso clan de los portadores de exabruptos siempre encontró la tierra prometida. Las “salidas de tono”; el insulto soez, o la calumnia gratuita y perversa, siempre fueron la antesala para que el tema quedara (previo recordatorios ofensivos a los muertos) en la “solución” hispana de “llegar a las manos” (hoy ampliable a:”ya nos veremos en los tribunales”).
Desde la clase política, y desde algunas cadenas de radio y televisión, nos dan a diario un rotundo ejemplo de cómo envenenar la vida ciudadana a través del exabrupto. Entre los políticos siempre es la misma historia: el Partido ganador en las elecciones nos aclara de forma rotunda que gobernará sin una pizca de soberbia y, para que no quepan dudas, siempre contará con las opiniones de los demás partidos, especialmente las del principal Partido de la Oposición.
Estos a su vez dejan meridiamente claro que harán una oposición firme y decidida, pero eso si, siempre con la brújula del espíritu constructivo. ¡Faltaría más!
Nos dicen –todos- con impostada seriedad, que siempre deberán prevalecer, por encima de criterios partidistas, los intereses de España y por ende de sus ciudadanos (en la última y esperada reunión entre Zapatero y Rajoy, ya se ha podido comprobar cuantos temas se han tratado –y acordado- de verdadero interés para la ciudadanía). Luego no es de extrañar, que si en la vida cotidiana miramos como está el patio de la política, entren ganas de vomitar la primera papilla. La corrupción en nuestro propio partido se tapa con una manta de Zamora, para airear a bombo y platillo la que existe en nuestro principal competidor político. Los corruptos son siempre los otros y confiamos en la Justicia, eso si, siempre que las decisiones estén acordes con nuestros intereses. Caso contrario lo que hacemos es cuestionar la ideología y la imparcialidad de los jueces. ¿Cómo pueden quejarse a estas alturas que la gente joven cada día este más alejada de la política? ¿Es que creen que aparte de jóvenes son “carajotes”?
Hace unos días entre por curiosidad en un canal televisivo (omitiré su nombre) del que me habían comentado un montón de barbaridades. Aguanté solo diez minutos. Había una tertulia de “contenido político” donde los siete tertulianos eran “de la misma cuerda” (posiblemente en tiempos de Franco la hubieran prohibido por considerarla excesivamente de derechas). Pues bien uno de los tertulianos (también lo omitiré) que ha salido hace unos meses a la palestra en todos los medios, llamó al referirse a Felipe González como: “esa rata inmunda”. ¡Tira millas moreno que vienen curvas! Estaban hablando de un ex-Presidente de la democracia española y, lo triste, no solo asintieron ante este calificativo el resto de tertulianos, sino que aportaron algunas “lindezas” más de la misma naturaleza que el emitido. ¿A esto le llaman debatir o se trata de una apología del exabrupto?
Cada mañana suelo visitar en Internet las ediciones digitales de varios periódicos. Me interesan fundamentalmente las opiniones de los articulistas. En algunos de ellos se abren dos ventanas participativas, bien en términos de valoración a través de votos, o con la democrática posibilidad de añadir algún comentario al artículo de marras. El resultado de este ultimo apartado es curioso y significativo de cuanto nos rodea. Algunos comentarios están llenos de sensatez y alaban o critican de manera constructiva lo que allí se expone. Otros tiran a matar. Llaman (bajo el camuflaje del seudónimo) de todo al articulista. Les obsequian con calificativos tales como: meapilas, retrogrado, facha, progre de mierda o directamente y sin anestesia lo mandan a mamarla.
Esto es lo que hay, y cerrar los ojos ante lo evidente, es no querer ver en que se ha convertido en la actualidad esta España de camisa blanca y zapato sucio. Insultar, calumniar o vilipendiar sale muy barato en un país al que Lope de Vega describió magistralmente. Tierra del exabrupto por derecho propio y enorme fortín de las descalificaciones más injustas y arbitrarias. No hablamos de problemas generacionales como intentan vendernos, hablamos de decencia, respeto y tolerancia hacia los demás. Estas cosas no tienen fecha de caducidad. Convendría, eso si, que pudiéramos entender algún día en que consiste eso que eufemísticamente llaman: ser un buen demócrata.
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