miércoles, 22 de diciembre de 2010

Navidad o la dulce melancolía


Canta Frank Sinatra a través del ordenador su canción “Call Me”. ¡Santo Dios, como canta este italo-americano! Como los buenos vinos gana y gana con el paso de los años. Hoy se juega la Lotería. Espero y deseo que la Diosa Fortuna deje caer sus polvos mágicos donde de verdad se necesiten. Incluso hasta con los ojos cerrados acertará en el blanco de las necesidades. Son ya millones de familias españolas las que viven instaladas en la zozobra más inquietante. Que Dios reparta suerte y, en caso contrario, buscaremos como siempre el socorrido antídoto de la salud.

Ya, y de manera inminente, se hará verdad aquello que llevamos escuchando toda la vida: “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más”. Pero mientras, disfrutemos de aquellos rescoldos de felicidad que la vida nos proporciona. Vivimos instalados de manera permanente en los resbaladizos territorios del masoquismo, y así no hay manera de atrapar cuanto de bueno la vida nos ofrece. Añoramos el pasado y planificamos el futuro y, mientras, al presente que le vayan dando. Si algo caracteriza al ser humano es su capacidad de empeorar lo manifiestamente placentero. El latiguillo del “pero” planeando sobre los escasos momentos de dicha. Dicen: “es verdad que estamos pasando un buen rato pero…….”. Siempre los agoreros recordándonos implacables que después del domingo siempre vendrá el lunes. Por tanto, si llega la Nochebuena, atrapemos los rescoldos de verdad que aún le quedan, y cuando se vaya, la despedimos con el pañuelo blanco de la nostalgia. Vivamos por los que ya no pueden hacerlo. Desearnos felicidad aunque sea bajo la dictadura del calendario nunca viene mal. La hipocresía que encierren estos bucólicos deseos navideños dependerá del interior de cada uno. No culpemos a la Navidad de que anden sueltos tantos fariseos.

Mi amigo Sebastián dice que estos días sueña con que se cumplan sus tres deseos más íntimos: 1) Poner a su vecina mirando “pa Brenes”. 2) Jugar al pin-pong con un japonés y, 3) Ver a su Betis en las semifinales de la “Champiónlí”. Soñar, además de gratis, es placentero y da sentido a nuestra existencia.

Dentro de muy pocos días el Señor de Sevilla nos abrirá el pórtico de una presentida y soñada Cuaresma. Ya queda menos para lo que un postulante a pregonero llamaría: “Los preámbulos del gozo”. La vida –sevillana- atrapada en los felices momentos del reloj que marca las cosas intemporales. Pero mientras todo eso llega, capturemos el momento que ahora marca el calendario de las emociones compartidas. Tiempo habrá de envolvernos con el halo de la melancolía. Ahora toca zamarrear la nube de las tradiciones para que caiga sobre nosotros la lluvia de la vida y las cosas inmateriales.

Sigo pues esta mañana a lo mío: escuchando a Frank Sinatra y mirando de reojo el televisor, por si la Diosa Fortuna apunta su flecha de “jurdeles” hacia este atribulado sevillano. Sed felices que es de verdad para lo que Dios nos dio el aliento de la vida. Bebed, comed y disfrutad con los vuestros que, si somos pocos, no seamos encima mal avenidos. Dejad los coches, la crisis y las prisas aparcadas. Va a nacer el Mesías y esto –para los cristianos- siempre es un grato motivo de felicidad. Un afectuoso, sincero y navideño abrazo.

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