lunes, 24 de enero de 2011

Cultura o el alimento para el espítitu



“El año que es abundante en poesía suele serlo de hambre” -Cervantes-

Recuerdo un recital, un más que excelente recital de Flamenco, que el cantaor onubense Arcángel dio el pasado verano en el Patio de la Diputación sevillana. Al comienzo del mismo y dentro de su salutación rogó –con muy buen criterio- a los asistentes que, en tiempos de crisis, no releguemos a la Cultura a los últimos puestos de las necesidades vitales. Bien está que uno de los más grandes artistas del Flamenco actual nos recuerde lo que debía resultarnos obvio: lo cultural como alimento del alma.

El aire, el agua, la comida, el afecto y la cultura debían configurar la enredadera donde poder atarnos en nuestra terrena etapa existencial. Ninguno de estos elementos les puede ser ninguneado a los seres humanos. Se trata de posibilitar que la vida no tenga un plus añadido de orfandad cultural. Los posicionamientos ideológicos, sociales o espirituales son patrimonio individual e intransferible de cada persona. La capacidad de pensar, sentir y actuar, debe –o debía- complementarse con la de soñar y crecer -humana y espiritualmente- a través de la Cultura. Insisto: la misma nunca puede ser algo secundario y fácilmente prescindible. Quedaríamos a merced del continente en detrimento del contenido.

Colaboro desde hace unos años en el Área de Flamenco de Pasarela en tareas de producción, y he podido constatar en primera persona, las dificultades y el alto costo que implica sacar un nuevo producto discográfico al mercado. Se está trabajando últimamente con escasísimos márgenes de rentabilidad, y padeciendo los atropellos –permitidos por nuestros gobernantes- que se producen vía Internet o con los “Top manta” (valga como ejemplo el constatar que la película “Avatar” ha sobrepasado en Internet los 17.000.000 de descargas). Poner por ejemplo en las tiendas un cd + dvd + libreto, todo por un precio de nueve euros, para que encima no se venda es absolutamente frustrante. El mundo de la Cultura no solo lo configuran sus imprescindibles creadores, sino que en torno al mismo trabajan cientos de miles de personas en los distintos confines de la Tierra. Cine, Teatro, Música y Literatura como los cuatro jinetes del entretenimiento más productivo. Los Ayuntamientos socialistas presumen de su condición socialdemócrata y, por ende, priorizan los factores educativos de los ciudadanos. Que hayan recortado drásticamente las ayudas para el desarrollo de lo genuinamente cultural, es entrar, una vez más, en el pantanoso terreno de las contradicciones. Si se trata de ahorrar, que eliminen coches oficiales, móviles, comidas varias y otras prebendas que hacen sonrojarse en su tumba al mismísimo Pablo Iglesias. Como doy por hecho la incuestionable honradez de la mayoría de los políticos el tema de la “mangoleta” prefiero obviarlo.
No hablemos solo –además no es verdad- de que la Cultura sale cara. Hablemos más bien de no relegarla al terreno de lo fácilmente prescindible. Doy fe como visitante habitual del Mercadillo del Jueves, que en el mismo se encuentran músicas, revistas y libros a precios irrisorios. Los Grandes Almacenes y los Kioscos de Prensa ofrecen productos culturales a precios realmente módicos. Los Cines y los Teatros ofrecen ofertas en su programación como para tenerlas en cuenta. Al final todo se reduce a que no pasemos de la Cultura, pues ella –si de verdad nosotros la amamos y necesitamos- nunca pasará de nosotros.

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