lunes, 7 de febrero de 2011

Pero sigue siendo el Rey




Evidentemente para los cristianos existe un Rey de reyes, el mismo que cubre las expectativas del porque algunas cuestiones no pueden explicarse racionalmente. El eterno dilema de la filosofía clásica: ¿De donde venimos?; ¿Para que estamos aquí?, y lo fundamental: ¿Hay algo más cuando hayamos dejado vacía nuestra existencia terrenal? Es un reinado de amor, paz y fraternidad –si me apuran hasta bucólico- pero que da sentido a las vidas y existencias de millones de personas en todo el mundo.


En España tenemos un Rey al que la Historia recordará en sus anales como Juan Carlos I. Demostrado queda que su reinado ha significado la etapa de mayor prosperidad, tolerancia y paz (la de verdad no la que imponen las dictaduras de todo signo). Su reinado ha condicionado que seamos legión los que nos consideremos republicanos-juancarlistas o al revés que también vale. No es de extrañar que en las filtraciones de Wikileaks sea de los que salen mejor parados, y gozando de un gran prestigio a nivel internacional. Si habláramos del Cante Flamenco diríamos que tuvo un Rey, Pepe Marchena; una Reina, “La Niña de la Peines” y, un Príncipe, Camarón de la Isla. El Rey de la Copla fue don Miguel de Molina, y la Reina, doña Concha Piquer. El Monarca del Toreo ha sido Juan Belmonte y, si me lo permiten, repartiría el Principado entre Pepe Luís Vázquez y Curro Romero. Rey, lo que se dice Rey de la interpretación, fue Sir Laurence Olivier y, Reina del celuloide nadie como Bette Davis. Beethoven reinó en la música clásica; don Amadeus fue su Príncipe mas radiante y, doña María Callas impuso un divino reinado con su voz de terciopelo calida y arrebatadora. Pero aquí voy a echar el freno de mano. Hoy me quería referir a quien para mí representa mi autentico Rey sentimental. No, no se trata de Baltasar que siempre –por las penurias de la época- pasaba de largo por mi balcón infantil. No, yo me refiero a uno nacido en Tupelo (Mississippi) que se llamaba de nombre Elvis y de apellidos Aaron Presley: “The King”. Ese y solo ese es mi auténtico Rey. No me importa que al pequeño de los Jackson Five le llamen el “Rey del Pop”. Ni que el admirado Frank haya pasado a la Historia de la música ligera como “La Voz”. Tampoco que al genial Bruce le digan “The Boss” (el Jefe). Todo lo asumo y comparto pero, para mí, el Rey es el Rey. A la par que cumplo años lo voy escuchando cada vez con más frecuencia, y siempre, lo que se dice siempre, le sigo encontrando nuevos y hermosos matices a su voz. “Love Me Tender” es la balada de mi vida. La primera vez que la escuché era un adolescente que todavía creía en los sueños (quien no crea en ellos nunca será joven), y la última lo estoy haciendo ahora mientras tecleo en el ordenador. La voz de Elvis es eterna y su legado musical forma parte del patrimonio sentimental de millones de personas. Cada año se organiza en EEUU una Convención Nacional de admiradores y seguidores de “The King”. Se le rinde un multitudinario homenaje en la tumba donde reposan sus restos y toda la “plebe” va disfrazada al “elvisiano” modo (prioritariamente copiando su última etapa de Las Vegas. Por cierto: la más esperpéntica). Locos a los que no hace falta atar pues no dañan a nada ni a nadie. En la próxima Convención tienen previsto batir el record de gente bailando el Rock de la Cárcel. ¡Quien pudiera estar allí y mezclarse con tantos “majaretas”! Romper amarras en lo sentimental y partir –una vez más- del Puerto de la Juventud. A toda vela y con Elvis como capitán, perdón quise decir como Rey.

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