Hace unos días en la necesaria y renacida televisión local (Tele Sevilla), el añorado televisivamente Paco Robles entrevistaba al psicólogo y psiquiatra sevillano (de adopción y pleno derecho) don Jaime Rodríguez Sacristán. La entrevista giraba en torno a un excelente y más que recomendable libro que acaba de editar este sabio de los comportamientos humanos llamado “La Psicología del sevillano” (Editorial Almuzara). En el mismo, y después de un riguroso trabajo de investigación, este psicólogo llegaba a una serie de conclusiones que le permitían encuadrar los distintos perfiles del sevillano. Tradicional, figurón, independiente o raro eran algunos de los modelos establecidos dentro del referido libro. Como no me gusta hablar de oídas y, careciendo de argumentos, me apresuré a comprar y leer tan interesante obra (pertenezco al grupo de lectores que compra libros de vez en cuando y, encima ¡los lee!). Después de leerlo me reafirmo en la consideración de que este libro es de obligada lectura para cualquier sevillano que se precie de serlo y, por extensión, para aquellos “forasteros” que tengan interés en descifrar nuestra manera de entender la vida y las cosas (al margen de la tópica senda literaria de los viajeros románticos). Aunque soy poco amigo de las clasificaciones y si tuviera que mojarme (con permiso de los sufridos ecijanos), creo que mi perfil estaría dentro de los sevillanos raros, de los muy raros. Posiblemente con una cierta dosis de independencia, tradición y modernidad (los figurones siempre me provocaron urticaria). A lo largo de mi existencia sevillana en no pocas ocasiones me acordé del Poeta del Palacio de las Dueñas cuando decía:
¡Oh maravilla,
Sevilla sin sevillanos,
la gran Sevilla!
Dadme una Sevilla vieja
donde se dormía el tiempo
en palacios y jardines,
bajo un azul de convento.
…… …….. ………
De todas formas no podemos obviar, que la época que te haya tocado vivir y los acontecimientos cotidianos, pueden hacerte bascular de un perfil a otro sin llegar a caerte en el empeño. Eso pasa aquí y en Pekín. ¿Eras el mismo tipo de sevillano de joven que en la posterior etapa de madurez? ¿Seguías siendo el mismo cuando las nieves de los años empezaron a blanquear tu pelo? ¿Los tatuajes que en lo social, lo político, lo cultural, lo amoroso y lo espiritual hayan quedado labrado a sangre y fuego en tu alma no han logrado cambiarte? Si cambiamos demasiadas veces nuestro sentido de la vida y las cosas, ¿no vamos a cambiar también nuestro perfil?
La gente de mi generación siempre tuvimos dentro de nuestro círculo sentimental más cercano unos referentes que nos marcaban el camino a seguir. Curiosamente el modelo de sevillano que yo tenía como referencia era el de mi tío Antonio. Era un jerezano que llegó a Sevilla en bicicleta cuando contaba 25 años de edad. Venía huyendo de los caciques de Jerez, que en los primeros años de la posguerra se pusieron la camisa de Falange y no “iban a dejar títere con cabeza”.
Antonio Armario Mateos, mi tío, no era más que un cortador de calzado de ideas socialistas moderadas y, posiblemente, la persona más demócrata y tolerante que yo haya conocido en mi vida. Se enamoró de mi tía Carmela, hermana de mi padre, y, lo más importante, le declaró también amor eterno a esta a la que ya considero de por vida su Ciudad.
Su perfil podíamos considerar que entraba de lleno en el capitulo de los raros y los independientes. Nunca conocí a nadie que amará y sufriera más con las cosas de Sevilla. Bético converso y confeso tuvo a bien hacerme socio del Betis cuando cumplí los 8 años de edad. Con ello ya tendría cubierta una cierta dosis de sufrimiento terrenal. “Por el camino verde que va a la Ermita”, que dice la copla. Cuando envejeció y viendo acercarse el horizonte a la playa de la vida, me dejó dicho que traje quería que cubriera su cuerpo (era de una exquisita elegancia en su manera de vestir y en sus modales) y que, sin que lo notara nadie, deslizara en uno de sus bolsillos un viejo carné del Betis (de los mensuales de papel que se cortaba una esquina en cada partido) y una estampa de la Virgen del Socorro (esto último me dejo perplejo en una persona de declarado agnosticismo). Misterios de la sevillanía que los frágiles encuadramientos de los perfiles nunca conseguirán aclararnos. Un servidor es tradicional las soñadas tardes de los Jueves Santo. Raro cuando no existe necesidad, por incomparecencia, de llenar mi copa y mi plato en la noche ferial del “Pescaito”. Independiente cuando voto pensando en el bienestar de mi Ciudad y no en los colores que me acompañan. Figurón tan solo cuando los lunes voy a San Nicolás y me parece que la Candelaria me habla tan solo a mí.
Estimado Juan Luis, buen texto, buenas fotos, enormes contenidos... Felicidades. Entra a ver y participar en "El patio de internet" que también hay cosas interesantes y no precisamente por mis fotos. Abrzs
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