Según nos dicen los politólogos, el domingo día 23 del pasado enero, España empezó un camino hacia un profundo cambio político y, ¿social? Se celebró en Sevilla -¿dónde si no?- una Convención Nacional del Partido de la Gaviota, el PP. Una crisis galopante, y una gestión gubernamental nefasta para afrontarla, han sido los detonantes que han propiciado que las encuestas le hayan dicho a los populares: “si espabiláis, ahora o nunca”. Como diría un castizo: “lo tienen a huevo”. Todos los analistas coinciden que será Sevilla, a través del resultado electoral municipal, quien despeje el horizonte a los populares hacia metas más altas. El orden de la “Toma de la Bastilla (Moncloa)” parece ser el siguiente: 1) Sevilla; 2) Andalucía y 3) España. En la Convención popular antes aludida, Mariano Rajoy (que por cierto a titulo personal no termina de remontar en las encuestas) dijo una frase que ha dado mucho juego periodístico: “España tiene sed de urnas”. Ahí sinceramente creo que se equivoca. Este país de lo que tiene sed es de decencia, dignidad, laboriosidad y de sentirse –alguna vez- dueño y participe de un proyecto común de progreso y solidaridad. Dios me libre de darle consejos a nadie en el resbaladizo terreno de la política, pero el libre ejercicio de opinar, aparte de necesario, es también gratificante. Estamos inmersos, cual barquilla en plena tormenta, en una demoledora crisis que va más allá de lo estrictamente económico (que también). Existe, ya de manera incontestable, una profunda crisis de valores en todos los órdenes de la vida y las cosas. La Crisis tiene más flecos que un mantón de Foronda. Nuestra paupérrima realidad actual ya no está para sesiones de maquillaje, sino más bien para una respuesta rotunda y pacifica de las personas que componen –componemos- eso que llaman la Sociedad Civil. Creo que el PP llegará al poder y posiblemente entremos en la necesaria y sana alternancia democrática (veremos a ver que se hace con “tantos enchufados ideológicos” cuando se rompa este largísimo idilio político entre el PSOE y Andalucía). El PP para gobernar por estos lares tendrá que superar en votos a la suma de los que consigan PSOE e IU. La dubitativa y nefasta política efectuada por ZP, Griñán, Chaves o el “innombrable” les ha dejado expedito el camino hacia el Poder. Hay un axioma en la política que resulta incuestionable: las elecciones las pierde quien gobierna más que ganarla la oposición. Pero tengo serias dudas de que Rajoy, Arenas, de Cospedal, Montoro, Sáenz de Santamaría and company sean la solución para nuestras atribuladas vidas de españoles, andaluces y sevillanos (de manera adrede dejo fuera de esta terna a Zoido por considerar que puede ser un buen alcalde para la Ciudad. De Juan Espadas pienso lo mismo).
Se me dirá que caso de gobernar el PP se merece el beneficio de la duda, por medio de la vía de los famosos y manidos cien días de gobierno. Vale, acepto duda y esperanza como animales de compañía. Me temo que la envenenada herencia que van a recibir los populares en las cuentas del Estado, van a significar la excusa perfecta para no dar más de si. Mala cosa es tomar conciencia de pertenecer al grupo de los escépticos, pero uno no elige donde te puedan situar tus experiencias en el largo camino de la existencia.
La sociedad está envilecida y desarmada ideológica, social y culturalmente. La clase política en su conjunto se ha ganado a pulso el desprestigio que “disfruta” entre la gente. No es casualidad el auge que está tomando la extrema derecha europea en los procesos electorales. Son los políticos “democráticos” de todo signo los que les han allanado el camino. Unido, eso si, a nuestro pasotismo para entender que la democracia es como un huerto al que tenemos que regar todos los días y, quitándoles continuamente los matojos que la afean y desvirtúan.
Puede que sea verdad que los españoles tengamos “sed de urnas”, pero que nos digan sin tapujos cuanto nos van a cobrar por el recibo del agua de la fuente. Votamos a políticos para que luego resulte que son los banqueros los dueños y señores de nuestras vidas. Entre unos y otros se han cargado a la generación más brillante de jóvenes españoles de toda la Historia. Los buenos talentos buscando acoples por esos mundos de Dios, mientras por aquí medran a sus anchas los mediocres de carné en boca. España es una tierra siempre proclive al dolor y, hoy más que nunca, inmersa en las enredaderas de espinas que siempre nos tapan a las rosas. Saciemos pues nuestra “sed de urnas” bebiendo en la hermosa fuente de la Democracia. Pero dejando claro que nuestro cantarillo ni se alquila ni se vende.
Se me dirá que caso de gobernar el PP se merece el beneficio de la duda, por medio de la vía de los famosos y manidos cien días de gobierno. Vale, acepto duda y esperanza como animales de compañía. Me temo que la envenenada herencia que van a recibir los populares en las cuentas del Estado, van a significar la excusa perfecta para no dar más de si. Mala cosa es tomar conciencia de pertenecer al grupo de los escépticos, pero uno no elige donde te puedan situar tus experiencias en el largo camino de la existencia.
La sociedad está envilecida y desarmada ideológica, social y culturalmente. La clase política en su conjunto se ha ganado a pulso el desprestigio que “disfruta” entre la gente. No es casualidad el auge que está tomando la extrema derecha europea en los procesos electorales. Son los políticos “democráticos” de todo signo los que les han allanado el camino. Unido, eso si, a nuestro pasotismo para entender que la democracia es como un huerto al que tenemos que regar todos los días y, quitándoles continuamente los matojos que la afean y desvirtúan.
Puede que sea verdad que los españoles tengamos “sed de urnas”, pero que nos digan sin tapujos cuanto nos van a cobrar por el recibo del agua de la fuente. Votamos a políticos para que luego resulte que son los banqueros los dueños y señores de nuestras vidas. Entre unos y otros se han cargado a la generación más brillante de jóvenes españoles de toda la Historia. Los buenos talentos buscando acoples por esos mundos de Dios, mientras por aquí medran a sus anchas los mediocres de carné en boca. España es una tierra siempre proclive al dolor y, hoy más que nunca, inmersa en las enredaderas de espinas que siempre nos tapan a las rosas. Saciemos pues nuestra “sed de urnas” bebiendo en la hermosa fuente de la Democracia. Pero dejando claro que nuestro cantarillo ni se alquila ni se vende.
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