domingo, 13 de marzo de 2011

¡Como está el patio!




Sinceramente creo que, a pesar de los pesares de la Crisis, los tiempos que nos han tocado vivir son mejores que los vividos por nuestros antepasados más cercanos (padres y abuelos). Asumiendo que, desde una perspectiva histórica y sentimental, nuestra terrible y cruenta Guerra In-Civil los marcó profundamente, nunca podremos saber como hubieran transcurridos sus vidas, y por extensión las nuestras, si no se hubiera producida la fraticida y sangrienta contienda. Después del 1 de Abril de 1939 en la que un parte de Franco daba por concluida la Guerra con un lacónico: “En el día de hoy cautivo y desarmado el Ejercito Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La Guerra ha terminado”. Los años de penuria y represión subsiguientes ya forman parte de nuestro pasado más vergonzante y, materia ampliamente estudiada por los historiadores. Evidentemente es un ejercicio de simplismo afirmar que todos los vencedores eran “malos”, y que todos los vencidos eran “buenos”. Acontecimientos tan duros y complejos, cuando se analizan a través de rigurosos y objetivos análisis históricos, son cualquier cosa menos simples. El estudio completo de tan triste episodio de nuestra Historia abarca tres periodos: 1) El comprendido desde la proclamación de la II Republica (14 de Abril de 1931) hasta el comienzo de la desastrosa contienda (17 de Julio de 1936). 2) El periodo que comprende la Guerra en si misma, comenzando en julio de 1936, y terminando en abril de 1939 con el bando de Franco. 3) El largo, muy largo, periodo de posguerra con una clara incidencia de dura convivencia entre vencedores y vencidos. Los analistas coinciden que podemos hablar de un largo ciclo de la vida española que comienza el 14 de Abril de 1931, con la proclamación de la II República y, que termina el 22 de Noviembre de 1975, cuando el Príncipe Juan Carlos asume el titulo y las tareas de Rey, después de la muerte de Franco. Luego hubo un impagable consenso entre políticos de signo tan distinto como Manuel Fraga, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo o Felipe González, entre otros. Empezamos a vivir enterrando viejos rencores y dejando a los historiadores su noble y necesaria tarea. Se reivindicó la memoria de los vencidos y se colaboró activamente en su reinserción social y política. Fueron años de prosperidad y bonanza que, posiblemente, se encuadren entre los mejores de toda nuestra Historia. Era mucha la tarea a desarrollar –dentro y fuera de nuestras fronteras-, como para perder el tiempo en “batallitas” que solo intentan convertir de nuevo las cenizas en llama viva. En la actualidad con la aparición en nuestro castigado suelo patrio de políticos mediocres y banales, ha pasado lo que era más que previsible: de nuevo, y sin caer en el catastrofismo que producen “los tambores de guerra”, España es un país donde reina la acritud. Leo cosas en Internet llenas de fanatismo de todo signo “político”. Sinceramente, reconozco que tiemblo ante algunos comportamientos de nuestros políticos en activo que, aparte de insustanciales, son responsables directos del clima de crispación reinante. Los Medios de Comunicación, donde priman los intereses personales o de grupo, tampoco son ajenos a esta preocupante resurrección de las dos España. Lamentable es el constatar, que desde la entrada en nuestros país de la anhelada democracia, nunca padecimos políticos con un discurso más pobre y “torticero”. ¡En manos de quien estamos por Dios!


Todo lo banalizan y lo enfocan en culpar al contrario de todos los males. ¿De verdad se cree alguien que con esta gente vamos a salir del agujero? Recuerdo una hermosa canción infantil que decía: “En mi casa hay un patio muy particular, cuando llueve se moja como los demás….”. Se llovía y se llueve este sufrido “patio” llamado España. ¡Como está – o mejor tienen- el patio!

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