domingo, 6 de marzo de 2011

Esta Ciudad no se hizo para la lluvia

Amaneció una mañana de mayo radiante. Luminoso preámbulo de los días de sofocante calor que aguardaban colgando de las puntillas de los almanaques. Iba a ser su último día de mandamás (o mandamenos) de una Ciudad donde conviven a lo largo de los siglos, como buenamente pueden, la luz y la sombra; el gozo y la pena; el sol y la lluvia; la bondad y la envidia y, fundamentalmente, lo viejo con lo nuevo. Habían pasado varios años desde que, una mañana electoral de triunfos de componendas, subió victorioso la escalinata que conducía al sillón donde, la Ciudad, permite que se siente quien tiene la potestad democrática de gobernarla. Le costó trabajo alcanzar su nuevo despacho municipal confundido entre abrazos, felicitaciones y parabienes. Los mismos que nacen fundamentalmente del tufillo que desprenden la “ojana” y el “peloteo”. Ahora, en su último día como Primer Mandatario de la Villa, todo era bien distinto. La escalera estaba vacía, y solo percibió el leve y respetuoso saludo del agente de la policía local que cubría tareas de vigilancia en el control de la entrada. La puerta de su despacho estaba entreabierta y se percibía en su interior el lento ajetreo de Merceditas “la Limpiadora”. La saludó afectuoso con un par de besos y le comentó de manera lacónica: “Siga usted con su tarea Mercedes, que yo termino en un momento”. En la bolsa de “Adidas” que portaba fue depositando los enseres personales que le daban a la mesa de su despacho un concepto de confortable intimidad. Una foto enmarcada de su mujer y sus hijos; una junto al Rey; otra con Felipe González; otra con Juan Pablo II y, un crucifijo, que guardaba presuroso en su cajón, cuando lo visitaba su nefasto compañero de compartido viaje municipal; un cenicero de La Cartuja; una tortuga de mármol y, una caja de puros vacía repleta de bolígrafos usados, clips y gomillas de todos los colores.

Mientras Merceditas, portando cubo y fregona, se despedía con un respetuoso, “Que tenga usted un buen día, señor Alcalde”, dejó volar la imaginación con su mirada perdida en un cuadro que, frente a su mesa, mostraba a un San Fernando entrando victorioso en la Ciudad. El veredicto de las urnas había sido inapelable: su Partido perdía con estrépito el mando de la Ciudad y ahora serían otros los encargados de gobernar la nave. Estaba convencido de ser un buen hombre, honrado, trabajador y solidario. Así lo manifestaban sin reparos quienes lo conocían o trataron. Intentó conseguir lo mejor para la Ciudad y, al parecer, no había sido capaz de vender inteligentemente sus logros. Le llamó la atención la orfandad que en los últimos meses le mostró la dirección de su Partido y, la mezquindad electoral mostrada por quien fue unos años su aliado municipal, enmarañado en un dudoso Pacto de Progreso. Recogió sus bártulos y sin más demora buscó apresurado el aire calido de las mañanas del florido mayo. Le sorprendió la hermosa perspectiva que se le ofrecía desde la puerta principal del Consistorio. Casi siempre, y motivado por las continuas “movidas” que se formaban en la puerta principal, tenía que salir por la trasera camino del coche oficial. Ya todo estaba consumado y él esperaba que la Historia de la Ciudad le fuera benevolente y reconociera sus muchos desvelos por la misma. “Veremos si los que llegan lo hacen mejor que yo”, pensó para sus adentros.



Le habían ya confirmado que figuraría en las listas de su Partido para las próximas elecciones europeas. Sería un eurodiputado español en Bruselas soñando desde la distancia con lo que pudo ser y no fue. Temblará, a que dudarlo, en noches de pesadillas con olores a tabaco de picadura, ardiendo lentamente en las pipas de los filósofos de pacotilla. La Ciudad, su Ciudad, era ahora desde la distancia más suya y menos compartida.

Lo comprendió ya todo demasiado tarde: tu novia, tu caballo y tu Ciudad no se pueden compartir con cualquiera.


Toma de Horas (Adicional) : Trescientas razones

Hoy en este modesto pero sentido blog estamos de cumple-horas. Trescientos son los Toma de Horas colgados hasta la fecha. Fue una aventura que nació bajo el bondadoso mecenazgo y el impagable asesoramiento de Salva Gavira. Los escribí bajo el manto de las ideas que me surgían andando por el Casco Antiguo. Viajando en el Damas que me lleva a Sanlúcar a ver a mi madre. En el tren de cercanías que traslada mis sentimientos a Dos Hermanas en busca de la sonrisa de mi nieto. Viendo capítulos en la tele de CSI–Miami o del “Doctor House”. Escuchando por la radio un Betis-Huesca. Soñando despierto con una Ciudad que se duerme a su vez recostada en el arpa de la poesía. Visitando los lunes San Nicolás buscando el azul y plata de mi niñez. En continuas y reposadas visitas a Pasión y al Señor de Sevilla. Sufriendo con las tropelías de los políticos y, luchando contracorriente ante el pasotismo y la indeferencia que nos invade. Reconozco sin ambages que nunca fui capaz de escribir sin más compañía que el silencio. Mis Toma de Horas siempre tuvieron un testigo sonoro que responde al nombre de Paco de Lucía. Todos, absolutamente todos, fueron escritos bajo el halo protector de la sonanta del Maestro de Algeciras. Como no podía ser de otra forma ahora mismo está sonando su tema “Gitanos andaluces”. La música de Paco es la banda sonora de mi vida y, mi vida es mía. Gracias pues por acompañarnos en esta aventura internauta. A Santi, Ángel, Aurelia, Manolo, Fali, Martín Carlos, Loli, Eduardo, José Antonio, Javier, Cristóbal, Pepe…..por no solamente mostraros benevolentes conmigo sino encima ser capaces de propagar cuanto escribo. La fuerza del cariño de la amistad nunca estuvo exenta de noble osadía. Mención especial a Salva, mi mentor y testaferro de mi laberinto sentimental sevillano. Amenazo con seguir dando la lata. Un abrazo.

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