miércoles, 9 de marzo de 2011

La racionalización de la Razón Incorporea



“La moda pasa, el estilo permanece” - Coco Chanel –

La música en cualquiera de sus variantes se mueve enraizada en dos conceptos fundamentales: el fondo y la forma. En la Clásica, en cualquiera de sus variantes, se equilibran armoniosamente –nunca mejor dicho- ambos elementos. Lo que se conoce como Pop es enormemente complejo, y abarca una cantidad de estilos y ramificaciones difíciles de encuadrar dentro del binomio fondo-forma. Nos quedarían a vuela pluma dos expresiones musicales de raíz y donde de manera rotunda debe –o debía- prevalecer siempre el fondo sobre la forma. Sin desdeñar la segunda, no es menos cierto que son expresiones musicales que no necesitan el filtro del pentagrama para expresarse en toda su grandeza. Música del alma para mecer las almas que duermen en la dulce cuna de los sentimientos. Evidentemente nos referimos al Jazz y a nuestro Flamenco. Este Toma de Horas “jondo” viene motivado por una excelente reflexión que el impagable Manolo Bohórquez se hacia en su más que recomendable blog “La Gazapera” (aparte de por amistad, me alegra enormemente el gran éxito de este Blog. Son ya muchos los años que lleva Bohórquez remando contra corriente). El critico flamenco de “El Correo de Andalucía” se planteaba en su artículo dos interrogantes: “¿Que entendemos por un cantaor completo? Y, ¿En que cantaor del ayer o del presente concurren tales circunstancias? Esto me hizo plantarme las mismas preguntas y dilucidar cuales serían mis respuestas. Entiendo que el discurso cantaor se construye desde la afinación, el compás, el temple y el ritmo (el desgarro siempre será un camino de ida y vuelta personal e intransferible. El “Duende” al ser etéreo y volátil prefiero que cada uno lo interprete a su manera). Lo de “cuadrar” los cantes es algo que nunca terminé de entender. Reunir en una sola persona todos estos elementos se me antoja algo que roza lo imposible. Resumiendo: quien posea afinación posiblemente se maneje bien en los Cantes de Ida y Vuelta o en los de Levante. Con compás más el temple se podrá abordar con garantía la Soleá, los Tientos e inclusive la Siguiriya. Con compás y el añadido del ritmo se pueden afrontar los Cantes Festeros (Bulerías, Tangos y los del grupo de las Cantiñas). Aplicando todos estos elementos, me propuse en un par de fines de semana, someter a aquellos que consideraba más completos al filtro de su estudio discográfico. Tenía ya una serie de candidatos desde siempre, pero quería contrastarlos con la nueva hornada de cantaores. Valgan algunas consideraciones previas sin que aparezca por ello el temido nubarrón de la polémica. Considero que cantar mejor que Antonio Mairena se me presenta como una misión imposible. Para mí el cante de los cantes es la Soleá, y ahí mejor que el Maestro de los Alcores no hubo nadie ni lo habrá. Dicho esto reconozco sin ambages que mi cantaor de cabecera y el que colma todas mis inquietudes jondas es Manolo Caracol. He sido, soy y me moriré siendo “caracolero”. ¿Se puede por tanto considerar a estos dos genios del Flamenco como cantaores completos? Sinceramente creo que no, pues en ellos no se dan cita conjuntamente todos los elementos mencionados anteriormente (afinación, compás, temple y ritmo). Creo con seguridad, y lógicamente asumiendo que muchos pensarán de otra forma, que en la Historia del Cante esta variante llamada “expresión jonda enciclopédica” toma cuerpo y forma en una cantaora y en dos cantaores: Pastora María Pavón Cruz “La Niña de los Peines”; Manuel Jiménez y Martínez de Pinillo “Manuel Vallejo” y, José Monge Cruz “Camarón de la Isla”.
Hagan la prueba del algodón y escúchenlos por el “palo” que quieran y ya me dirán. Los tres cantan por Bulerías “pa comérselos”. Tiran de la Siguiriya y lloran los geranios en los balcones andaluces. Se meten en la Granaina y hacen gemir a Boabdil por partida doble.

No existe un solo estilo donde estos tres auténticos genios se sientas incómodos y así lo pone de manifiesto su rica e impagable obra discográfica.

Para despejar cualquier duda sobre el tema, bastaría con escuchar sus fandangos, terminando los mismos de auparlos al Olimpo de los dioses flamencos. Insisto, no intento dar argumentos sobre los “mejores” sino, en mi modesta opinión, de los más completos. En todos los ámbitos culturales y/o musicales lo mejor y lo peor será siempre cuestión de gustos, preferencias o del personal e intransferible sentido de la estética de cada uno. De la ética en el Flamenco ya hablaremos otro día.

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