domingo, 3 de abril de 2011

Abril



Decir Abril en Sevilla es decir Esperanza por Resolana y Parras o, por Pureza y Altozano. Es decir Pasión por Francos y Señor por Molviedro. Es decir Candelaria por Alfalfa y Jardines de Murillo. Refugio por Puente de San Bernardo y Santa María la Blanca. Cachorro por Castilla y “el Puente” (el mismo que nos lleva –y nos trae- allí donde los sentimientos duermen el hermoso sueño de lo secularmente sevillano). Decir Abril es convocar cera, trabajadera, lágrimas de cristal iluminadas por la luna, clavel, pregón, saeta, marcha, nardo y gladiolo. Es decir lujuria, manzanilla, balcón, estreno, volante, cante, encuentros y roneo de roces y miradas lascivas: “De las dos que están bailando / la que lleva el delantá / es la novia de mi hermano / pronto será mi cuñá”. Decir Abril es llamar a los sentidos envueltos en la dulce caricia de las más nobles tradiciones. Es soñar con las faenas de Curro y Pepe Luís. Con sillas del revés donde se sienta el Pali y corteja cantando a su mocita enamorada. Decir Abril es decir jaca, albero, puro habano, mantilla, llanto de gozo contenido, lance, caseta, palco y mirada. Es decir papeleta, domingo ilusionante soñado por niños intemporales y, llamadas al cielo a golpes de llamadores de plata. Decir Abril es decir faja y costal, albero, papeleta, portada y salida de varales al aire en gozosas tardes teñidas de azul-celestón. Es decir túnica planchada colgada en el centro neurálgico del hogar o, traje de faralaes, para que el “animal” más hermoso de la creación alcance su plenitud de belleza. Decir Abril es decir bulla, soniquete, cruz, farolillo, manto, banda y aguaor: “Que pena tiene que ser / sentir el agua en los labios / y no poderla beber”. Es decir tradición, romance, cirio, copla, esquina, taberna, acolito, capataz y tendío. Decir Abril es decir luz, vida, muerte (con final feliz), pañoleta y mantoncillo. Es decir tiempo sin horas ni minutos. Guitarra liberada del yugo de la funda. Sentidos colgados al sol purificador de la vida en sus cosas sustanciales, y abuelas con roetes y delantales blancos como la nieve. Decir Abril es convocar a los ausentes al toque de arrebato de la Primavera. Es decir que todo nace y se renueva bajo el embriagador aroma del azahar. Decir Abril es decir ripio y poesía. Verdad y mentira de la existencia. Figurones y sentimentales unidos por el compás de la inmediatez. Soles cegadores y placidas noches cubiertas por el manto destellante de los astros del firmamento. Es decir que al final era verdad que todo tenía sentido y enmarcado en una justa proporción: “Luna que brillas de noche en los mares oscuros / Luna, ¿tú no estás cansada de girar al mismo mundo? / Luna tu no te vayas / porque dicen que a veces te viene el alba”. Decir Abril es recuperar el primer beso juvenil arropado por el duende de la Plaza de Doña Elvira. La primera vez de casi todo. La añoranza de lo que pudo haber sido y no fue: ¡Aguda espina dorada / quien te pudiera sentir/ en el corazón clavada! Es decir llave que abre el paraíso. Portazo a la desesperanza. Mano tendida apoyada en el frescor de la cal de las paredes. Trajes de estética imposible cubriendo barriguitas cerveceras. Farolas destellando en callejas solitarias al soplo de los espíritus de la noche sevillana. Revirás y chicotás de largas dedicatorias sentimentales. Simulacro de bailes varoniles en casetas donde conviven la sinceridad y la “ojana”: “Que esa gitana / esa gitana / se conquista bailando por sevillana”. Para que seguir aquí sentado tecleando este hermoso invento cuando la calle te reclama al conjuro de la vida. Si, en definitiva, decir Abril es decir: ¡Sevilla!

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