miércoles, 11 de mayo de 2011

Vencedores o vencidos






“El ser humano nunca logró asimilar
que los triunfos son efímeros
mientras que los fracasos son eternos”

El origen de la cristiandad se basa en una trágica derrota: la muerte rompiendo en mil pedazos la vida de un hombre de 33 años de edad. El triunfo se configura posteriormente con su resurrección y, fundamentalmente, con su legado en vida de amor y fraternidad. Todos los seres humanos tienen como proyecto, a medio y largo plazo, la necesidad de triunfar. Para algunos será consiguiendo prestigio social, político, financiero, artístico o cultural que los encumbre a la cima donde florecen la fama y el dinero. Otros, los menos, buscarán su realización personal procurando que “su triunfo” se diluya en proyectos colectivos y/o solidarios. La inmensa mayoría comprobará como las circunstancias de todo tipo los harán quedarse con la miel en los labios. Posiblemente algunos “triunfadores” comprobarán demasiado tarde que, lamentablemente, triunfo y felicidad pocas veces van cogidos de la mano. Pelear en vida para mejorar sustancialmente la calidad de vida de tus seres más queridos no solo es legítimo, sino que le da sentido a una parte sustancial de tu existencia. Cuando leo las mareantes grandes fortunas -en cifras- de personas foráneas o españolas no puedo remediar plantearme algunas interrogantes. ¿Cuántos de esos miles de millones de euros o dólares no están impregnados del penoso dolor de la miseria más extrema? ¿Cuánta riqueza necesita acumular un ser humano para decir: ¡Basta!? Conociendo las biografías de algunos de estos magnates, ¿se podría decir que sus más íntimos los quieren por lo que son y no por lo que tienen? Pocas dudas caben que el inmenso ejercito que configuramos los “tiesos”, y a los que los meses se nos hacen eternos para poder terminarlos, cuando oímos aquello de que: “el dinero no hace la felicidad”, quisiéramos muchas veces ser menos felices pero con algo más de “jurdeles”. Todo aquello que conlleve el disfrutar de una vida placentera y, por extensión, hacer que de la misma se beneficien tus más allegados bienvenido sea. Pelear como lobos para saciar la vanidad y la soberbia a través del lujo más desmedido es sencillamente inmoral. Recuerdo una canción –creo que de la época de los Reyes Católicos- que decía más o menos aquello de: “La vida es interés / el mundo es ambición / pero no hay que olvidarse / que uno tiene –un- corazón……..y todos queremos más y más y más y mucho más”. El banquero, el político, el industrial, el comerciante y, en definitiva, todos aquellos que ostentan las parcelas del Poder, argumentan que su gestión tiene como principal objetivo el conseguir que la gente viva con mayores cotas de bienestar. Todo lo hacen por el “bien común”. Si en el camino consiguen llenar copiosamente sus propias alforjas será una cuestión colateral y nunca prioritaria. Posiblemente en la Historia de la Humanidad nunca el poder estuvo condensado en menos manos. Es decir: nunca tan pocos tuvieron tanto y tantos tuvieron tan poco. Cabe pues preguntarse: ¿quienes son los vencedores y quienes los vencidos? Si la existencia terrenal la cuantificamos en acumulación de riqueza y poder la cuestión nos ofrecería pocas dudas. Pero, ¿quién puede triunfar en la vida cuando al final siempre es la muerte la que se nos aparece como el símbolo más descarnado del fracaso? ¿Se consigue a través del dinero y la riqueza la inmortalidad y el ser recordado a perpetuidad? Afortunadamente el Arte –en todas sus variantes- se benefició de ese baldío intento por parte del poderoso de traspasar la frontera del tiempo.
El mecenazgo le ha legado a la Humanidad grandes obras –esas si son eternas e inmortales- pero siempre ocupando un primer plano aquel que las realizó y, un segundo y discretísimo aquel que las financió. En definitiva, es el tiempo gestionado por Dios quien determina la frontera que separa lo imperecedero de lo inútilmente vacuo y superficial. Vencedores y/o vencidos alterando al final los conceptos y la verdadera finalidad de la existencia. “Ricos del mundo uníos y si queréis –de verdad- vencer en la vida repartid vuestras ganancias”. Aunque me parece a mí que va ser que no. Lo dicho:”Todos queremos más y más y más y mucho más”.

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