Así queda acreditado en su original envoltorio de papel parafinado y que siempre leemos antes de hacerlo un “ovillito”:“Las legítimas y acreditadas Tortas de Aceite de Inés Rosales (marca registrada) Calle Real, 102 – Castilleja de la Cuesta – Teléfono 30”. Gracias a la encomiable labor de Juan Moreno Tocino (hoy ya definitivamente entronado como el “Rey de las tortas”. Antes lo fue Cassius Clay) las tortas de aceite del ayer siguen vigentes y más pujantes que nunca en la actualidad. Forman parte inseparable de nuestro más noble legado sentimental-culinario. Ya incluso son materia alimenticia exportable a todos los confines del mundo. Dicen los cronistas británicos de la “Casa Real” que, su augusta y dignísima Majestad, ha cambiado las insustanciales pastas del “Té de las cinco” por un par de Tortas de Aceite de Inés Rosales. Le garantizamos que con tales costumbres alimenticias puede durar –Dios así lo quiera- más que su Real Madre (a la que Dios tenga en su Santa Gloria Anglicana). Dos elementos accesorios sentimentales me acompañan impertérritos desde mi ya lejana infancia: la colonia del señor Álvarez Gómez y las Tortas de Aceite de doña Inés Rosales. Nunca entendí como cuando tus travesuras infantiles sobrepasaban las lindes de lo permitido, te amenazaran con darte “una buena torta” para quitarte las tonterías. Igualmente servía para comentar un accidente de circulación con serias connotaciones: “Dicen que iba lanzao y se pegó una buena torta”. Castilleja de la Cuesta tiene tres elementos que la vertebran en la eternidad de las cosas intemporales. A saber: el Colegio de las Irlandesas; los Hermanos Reyes y, las Tortas de Inés Rosales. Si en vez de pillar al “Comandante” ante una suculenta fuente de mariscos, lo hubieran pillado con una Torta de Inés Rosales en su mano (en la izquierda por supuesto) hubiera duplicado su número de votos. Pero es que no se enteran o por lo visto no quieren enterarse de cómo ganarse al pueblo: siendo simplemente parte integrante del mismo. Debo admitir que hubo una etapa reciente, ya felizmente superada, donde podíamos dar fe de que a “las legitimas y acreditadas” había que añadirle…”y también quemadas”. Comerse una torta equivalía a estropear tres. Pero afortunadamente ya todo está resuelto y hoy ya puedes saboreas desde el primer al último bocado de tu torta mañanera. Bajaron un par de puntos el horno y aquí paz y después tortas. Eso si, rechacen imitaciones que solo conducen a la busca y captura del “Mabogastrol”. Sean consecuentes con la Historia de las cosas bien hechas y por tanto intemporales. Un café con leche bien caliente; el tintineo de la cucharilla diluyendo el azúcar y, las “acreditadas y legítimas” prestas para ser troceadas a mano (el colmo de la cursilería debe ser intentar comerse una torta de aceite con cuchillo y tenedor). Aconsejo que el escenario, en estos días de verano, sea la terraza del hogar, dulce hogar. El soniquete de la mañana parecerá hecho a nuestra medida y, un gorrioncillo, esperará pacientemente apoyado en la barandilla, con la noble intención de poder picotear algún resto de este rico manjar. Subamos pues la Cuesta del Caracol a paso de “mudá” y, recibamos como premio, el poder visitar y rendir pleitesía allí donde nacen para el mundo las “legítimas y acreditadas”. Digámoslo para concluir en clave pregoneril: “Tortas de Aceite habrá pero como tú…. ¡Ninguna!
domingo, 3 de julio de 2011
Legítimas, acreditadas y eternas
Así queda acreditado en su original envoltorio de papel parafinado y que siempre leemos antes de hacerlo un “ovillito”:“Las legítimas y acreditadas Tortas de Aceite de Inés Rosales (marca registrada) Calle Real, 102 – Castilleja de la Cuesta – Teléfono 30”. Gracias a la encomiable labor de Juan Moreno Tocino (hoy ya definitivamente entronado como el “Rey de las tortas”. Antes lo fue Cassius Clay) las tortas de aceite del ayer siguen vigentes y más pujantes que nunca en la actualidad. Forman parte inseparable de nuestro más noble legado sentimental-culinario. Ya incluso son materia alimenticia exportable a todos los confines del mundo. Dicen los cronistas británicos de la “Casa Real” que, su augusta y dignísima Majestad, ha cambiado las insustanciales pastas del “Té de las cinco” por un par de Tortas de Aceite de Inés Rosales. Le garantizamos que con tales costumbres alimenticias puede durar –Dios así lo quiera- más que su Real Madre (a la que Dios tenga en su Santa Gloria Anglicana). Dos elementos accesorios sentimentales me acompañan impertérritos desde mi ya lejana infancia: la colonia del señor Álvarez Gómez y las Tortas de Aceite de doña Inés Rosales. Nunca entendí como cuando tus travesuras infantiles sobrepasaban las lindes de lo permitido, te amenazaran con darte “una buena torta” para quitarte las tonterías. Igualmente servía para comentar un accidente de circulación con serias connotaciones: “Dicen que iba lanzao y se pegó una buena torta”. Castilleja de la Cuesta tiene tres elementos que la vertebran en la eternidad de las cosas intemporales. A saber: el Colegio de las Irlandesas; los Hermanos Reyes y, las Tortas de Inés Rosales. Si en vez de pillar al “Comandante” ante una suculenta fuente de mariscos, lo hubieran pillado con una Torta de Inés Rosales en su mano (en la izquierda por supuesto) hubiera duplicado su número de votos. Pero es que no se enteran o por lo visto no quieren enterarse de cómo ganarse al pueblo: siendo simplemente parte integrante del mismo. Debo admitir que hubo una etapa reciente, ya felizmente superada, donde podíamos dar fe de que a “las legitimas y acreditadas” había que añadirle…”y también quemadas”. Comerse una torta equivalía a estropear tres. Pero afortunadamente ya todo está resuelto y hoy ya puedes saboreas desde el primer al último bocado de tu torta mañanera. Bajaron un par de puntos el horno y aquí paz y después tortas. Eso si, rechacen imitaciones que solo conducen a la busca y captura del “Mabogastrol”. Sean consecuentes con la Historia de las cosas bien hechas y por tanto intemporales. Un café con leche bien caliente; el tintineo de la cucharilla diluyendo el azúcar y, las “acreditadas y legítimas” prestas para ser troceadas a mano (el colmo de la cursilería debe ser intentar comerse una torta de aceite con cuchillo y tenedor). Aconsejo que el escenario, en estos días de verano, sea la terraza del hogar, dulce hogar. El soniquete de la mañana parecerá hecho a nuestra medida y, un gorrioncillo, esperará pacientemente apoyado en la barandilla, con la noble intención de poder picotear algún resto de este rico manjar. Subamos pues la Cuesta del Caracol a paso de “mudá” y, recibamos como premio, el poder visitar y rendir pleitesía allí donde nacen para el mundo las “legítimas y acreditadas”. Digámoslo para concluir en clave pregoneril: “Tortas de Aceite habrá pero como tú…. ¡Ninguna!
En las cosas más sencillas está la grandeza. Esta entrada sobre las tortas de Inés Rosales, me ha devuelto multitud de recuerdos sobre cosas tan importantes en nuestras vidas y que sin embargo han ido, poco a poco, cayendo en el desván de las ausencias. Mi mujer las compra y casi siempre las tiene en el cajón, pero… ¿quién le hace comer a mis nietas una torta de aceite habiendo galletas con dibujos de princesas? Nos la han metido poco a poco y no nos hemos dado cuenta. Despreciamos el aceite, y otros alimentos naturales y fundamentales para nuestro organismo y nos atiborramos de grasas saturadas y basuras que las grandes empresas nos meten por los ojos. Hemos abandonado el gusto por lo sencillo y nos hemos vuelto hacia el sistema americano y sus artificios. Tristeza y nostalgia de ese ayer que usted y yo conocimos. En fin…
ResponderEliminarSobre Castilleja, dice usted que... el Colegio de las Irlandesas; los Hermanos Reyes y, las Tortas de Inés Rosales… y se me viene a la memoria un versito del inefable Manuel Molina, que decía...
Y en el Tardón,
la reina del cofre
de mi corazón.
Y, que viniendo al caso, y dada su trascendencia histórica, yo cambiaría por este otro…
Y en el Colegio Irlandés,
para gloria de ese pueblo,
desembarcó Hernán Cortés
Saludos. José Luis Tirado.