Pasarán años, muchos años, y seguiremos hablando de los “políticos” que gobernaron –mejor mandaron- en la Ciudad en estos últimos largos años. Tenían dos defectos fundamentales: el derroche de los nuevos ricos y una sobredosis de “catetismo” ilustrado. Pasear por el Centro histórico es en la actualidad un canto a la perplejidad. Alterada sustancialmente por gente que ni conoce la Historia de la Ciudad ni en realidad tampoco parecía importarles. Todo lo hacían en aras de una impostada modernidad sin saber distinguir los ecos de las voces. La “roncha” que nos han dejado va a hipotecar el futuro de la Ciudad en los próximos años y, los destrozos urbanísticos son difícilmente subsanables. No contaban con nada ni con nadie y ahora están camuflados bajo la sombra de los políticos mediocres. Paso casi a diario por la Alameda de Hércules y duele comprobar como ha sido deteriorado este mágico e histórico entorno en aras de una pretendida vanguardia urbanística. Dejando atrás la calle Calatrava a la derecha han situado “juntitos” como “figuritas” de un mueble-bar a, Pastora “La Niña de los Peines”, Manolo Caracol y al torero “Chicuelo”. Arte puro de la Alameda en su máxima expresión (siempre nos faltará Manuel Vallejo). Solo falta poner un carril de madera y tirar los bolos desde la acera de enfrente. ¿Tan difícil era poner a cada uno en su sitio? Pastora, sola, donde ahora están los tres (vivió y murió en la calle Calatrava). Chicuelo en la margen izquierda de la Alameda frente a la casa donde vivía y, Manolo Caracol, en su antigua ubicación cercana a la calle Trajano. Pues nada, los ponemos juntos nos hacemos la fotito de rigor y a otra cosa mariposa (por cierto, a los de IU que estuvieron en la colocación de los monumentos recordarles –por aquello de la Memoria Histórica- que a Manolo Caracol le concedió Franco la Orden de Isabel la Católica en 1968). Pero como la insensatez no conoce fronteras se preguntaban: ¿Qué podemos hacer también para estropear la otra punta de la Alameda? Dicho y hecho. Junto a unas columnas milenarias han colocado un horroroso reloj con visos “ikeanos” y que, en justo castigo, se les ha parado a las siete y diez de la tarde. Lo pusieron frente al antiguo “Bar de las Maravillas” (a escasos metros donde Manuel Vallejo se sintió indispuesto y se fue raudo a morir al Hospital de las Cinco Llagas, no sin antes cantarle una última saeta a la Macarena). La Alameda representa la Historia más llamativa de la Ciudad y, desde que el Conde de Barajas disecó la infesta laguna para convertirla en un Paseo romántico, por allí han pasado muchas cosas. La Alameda está considerada históricamente como el jardín público más antiguo de Europa (1574). Vamos que no fue solo un enorme prostíbulo donde se reunían señoritos juerguistas; cantaores; prostitutas y demás gente de mal vivir. Fue un emporio que marcó la vida lúdica de Sevilla durante muchos años. Allí el Cante Flamenco alcanzó la dimensión –en cantidad y calidad- más alta de toda su Historia. ¡Que bien vendría convertir la Casa de las Sirenas en un Centro de Análisis e Interpretación del Flamenco! Parece ser que hoy es preferible dotarlo para Cursos inocuos que justifiquen los fondos de la UE. Lo dicho: “A la Alamea, a la Alamea, que viene el guarda con la correa”.
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