Leía, en un reportaje publicado en el Diario “El País” a principios de este mes de Septiembre, la situación por la que atraviesa la banda terrorista ETA en la actualidad. Parece ser que la siniestra “Caja” de esta pandilla de asesinos está bajo mínimos. La causa objetiva era que su principal fuente de ingresos en forma de extorsión a empresarios vascos (el llamado “impuesto revolucionario”) lo habían aparcado de momento. Todo motivado para no interferir negativamente en la praxis política de sus gestores (llámenle Batasuna, Sortu o Bildu que al final aparecerán los mismos perros -perdón por la comparación con la noble raza canina- con distintos collares). También se especificaba en el citado reportaje que en la actualidad figuraban a nivel operativo un número no superior a los cincuenta etarras. En las cárceles –dicen- hay abierto un encendido debate entre sus presos para abandonar –o no- definitivamente las armas. Todo enmarcado en la prioritaria necesidad de abandonar cuanto antes el “trullo”. No es descartable que ETA, en un periodo no excesivamente largo, emita un comunicado o convoque una rueda de prensa anunciando el definitivo abandono de la “lucha armada”. Evidentemente ya tendrán pactadas unas contrapartidas con el Gobierno de turno (no seamos hipócritas y andemos siempre negando lo evidente). Los presos, a que dudarlo, ocuparán un lugar preferente en sus peticiones. Primero los irán acercando poco a poco a las cárceles del País Vasco para luego, por las gateras y con nocturnidad y alevosía, irlos soltando poco a poco. Todo sea, dirán, por una paz permanente y el entierro definitivo del terrorismo en España. Pero, ¿y las victimas? ¿Qué hacemos con tanto dolor acumulado y tanta orfandad clavada en las paredes del alma¿ ¿Qué argumentaciones podemos darles a estas familias para que comprendan esta tropelía que puede producirse a medio plazo? Lamento decirlo pero me temo que están condenadas a ser victimas por partida doble. No nos engañemos, en la vida en general y en la política en particular todo tiene un precio (o mejor una contrapartida). Bildu no está rigiendo muchos Ayuntamientos en el País Vasco tan solo por –para mi entender- un error garrafal de varios jueces. No obviemos que también recibieron los votos de muchísimos vascos que sabían a quienes votaban y, lo más importante, lo que votaban. Cada día que pasa consiguen mayores cotas de poder y sus expectativas –siniestras expectativas- avanzan a pasos agigantados. No querer verlo es negar la evidencia o silbar haciéndonos los distraídos. Ser demócrata es asumir que por la vía cívica que marca la Libertad nada puede considerarse tabú. Desde la forma de Estado (Monarquía o República) hasta anhelos nacionalistas plasmados en referéndum consultivos. Todo, insisto, dentro de unas reglas de juego establecidas por todos y para todos. Pero la sangre derramada nunca puede quedar impune. Todos los españoles decentes y bien nacidos –independiente de sus ideologías- haremos bien en considerarnos colectiva y solidariamente victimas de los terroristas. Será la única forma de que los políticos no vuelvan a duplicar el dolor de viudas y huérfanos. Me temo que la “vuelta a casa por Navidad” de los presos etarras figura en alguna que otra agenda de la clase política. Estemos atentos que nos esperan tiempos de estupor e indignación. Si dejamos a la victimas abandonadas a su suerte nos estaremos equiparando con los verdugos. No olvidarlos a ellos ni a su dolor debe formar parte de nuestro sentido de la decencia.
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