Posiblemente cuando a los historiadores les toque analizar la segunda década del siglo XXI todos coincidirán en llamarla: una Década para nada prodigiosa. Fue, nos dirán, una durísima etapa donde las clases populares tuvieron que luchar denodadamente por la mera supervivencia. Todo motivado por el expolio que políticos y/o financieros sometieron a los fondos procedentes de la recaudación ciudadana (el fruto del esfuerzo y el duro trabajo de la gente). Se llevaron algunos hasta las llaves de los cajones donde parecía que una voz de ultratumba les decía: “Toma el dinero y corre”. Todos, ¡faltaría más!, salieron ilesos jurídicamente de sus tropelías, aunque el pueblo ya sabía que, por las “alturas”, pocas veces caminan cogidas de la mano la Ley y la Justicia. Buenos abogados; pleitos eternos; cortas incursiones carcelarias y, aquí paz y después gloria (sobre todo para ellos). Los que hubieran podido sobrevivir a esa pandemia de mangantes inmisericordes habrían hecho un curso acelerado y forzoso de conceptos económicos: FMI; BCE; Ibex-35; “Prima de Riesgo”; Índice Nikkei; Recesión; Desaceleración; Euro bono; Test de estrés bancarios…. Una y mil formas de enmascarar lo que sin tantos laberintos verbales nos aclaró el cuento de Alí Babá. Lo que pasa es que el bueno de Alí se tropezó con “cuarenta ladrones” y en esta década fueron algunos más los “amigos de lo ajeno”. Europa, la hermosa y vieja Europa, había sido convertida en un enorme Mercado Financiero orillando su vertebración política, social y, sobre todo cultural. La Socialdemocracia fue enterrada –o mejor incinerada- por dirigentes “socialistas” más preocupados por sus propios intereses que en propiciar el bienestar de la gente. Los Conservadores se quejaron de que poco podían conservar cuando les habían dejado una ruina de incalculable dimensiones. Olvidan, claro está, que ellos también habían sido participes activos de esta orgía desmesurada y con una “resaca” interminable en el tiempo. Unos y otros se enzarzaron en esa Década –nada prodigiosa- en interminables y estériles discusiones. Mientras, la vieja Europa, con tantos millones de muertos caídos sobre su corteza terrestre, volvió a llorar lágrimas de impotencia y pena. Sus filósofos, escritores, pintores, músicos y poetas tocaron a rebato desde la frialdad de los mármoles eternos. Trataban de alertarnos que la Cultura y el Pensamiento Libre se nos morían en Europa. El Euro mandando en nuestras maltrechas economías y, la Euro-pa, sola frente a la usura de los mercaderes y alejada de nuestra noble condición de europeos cultos y libres. Pero es justo preguntarse: ¿Qué son diez años –una década- en la Historia de la vieja y hermosa dama europea? Nada, una muesca más en el Col-45 de la Historia.
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