sábado, 14 de enero de 2012

Antonio Centeno Fernández


Fue el impagable Ángel Vela quien desde su atalaya trianera me dio la mala nueva: “Se nos ha muerto Antonio Centeno. Me he enterado a través de una esquela mortuoria en el ABC”. Sabía que luchaba denodadamente contra una cruel enfermedad que siempre nos termina proclamando su triste y estéril “victoria”. ¿Dónde esta, oh muerte, tu victoria? Te apoyabas en tu bondadosa compañera Rosario; tus hijos; tus amigos que éramos legión y, Ellos, (tu Gran Poder y tu Esperanza Macarena). Vecino inmemorial de la calle Parras, donde desde los balcones del número 5, tocabas cada mañana de Viernes Santo la Gloria con las manos. Pasaba Ella en olor de multitud y ya estaba todo dicho. Eras un asiduo y fervoroso visitante del Señor de Sevilla donde, en un noble ejercicio de sevillanía, te ennoblecías tú y, lo más importante, también a nosotros. Configurabas junto a tu hermano Manolo (padrino de mis hijas y compadre del alma arañada por las ausencias) lo más selecto de los aficionados al Flamenco sevillano. Existe un azulejo en el “Cuarto de Triana” de la Peña Torres-Macarena que deja un testimonio imperecedero de vosotros. Me honraste con tu amistad y me demostraste en el día a día cuanto de positivo tienen los sevillanos de pura cepa. Me llamabas –tú sevillista de caché- para felicitarme siempre que mi Betis ganaba algo o a alguien. Tu hermano Manolo era la forma y tu el fondo. La Sevilla flamenca nunca os estará lo suficientemente agradecida. ¿Qué mas puedo escribir cuando las lagrimas que nacen del corazón te hacen ver borrosa la pantalla del ordenador? Arriba te estarán esperando la “crema” de Torres-Macarena –lo mejorcito de los aficionados sevillanos al Flamenco- representado por tu hermano Manolo; Salvador Feria y Juan Campos. Aquí nos quedamos nosotros deambulando y dando tumbos por los caminos de la pena, herederos de vuestra bondad y sabiduría. Adiós Antonio, adiós Antonio Centeno. Cuando la mañana del Viernes Santo la Macarena pase al son de “Campanilleros” por tu puerta de la calle Parras, nadie notará –salvo vosotros, los Hermanos Centeno- que la Esperanza tiene una nueva lágrima de cristal en su mejilla. Adiós Antonio, adiós Antonio Centeno, fue un honor el haberte conocido y compartir contigo un tramo de mi existencia. Ahora que estás cerca de Ellos reza por nosotros que bastante falta nos hace. Tiempos duros estos donde ya cuesta cargar con el pesado saco de la orfandad sobre nuestras espaldas. Te debo una borrachera de vino y cante por los gratos momentos compartidos. Te tendré informado a través de Ellos, para que comparezcas fiel a tus insobornables principios de sevillano formal. Adiós Antonio, adiós Antonio Centeno.

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