miércoles, 8 de febrero de 2012

El Graf Zeppelín



El “Graf Zeppelín” fue un dirigible comercial alemán que durante nueve años surcó los cielos del mundo (1928-1937). Tenía una longitud de 236,6 metros. Su velocidad de crucero era de 63 nudos (117 Km. /h). Daba cabida a 24 pasajeros y su tripulación la componían una treintena de personas. Llegó a recorrer por encima de los 2.000.000 de Kms., visitando la friolera cifra de 590 países. Absolutamente recomendable entrar en Internet a través de “Google” y comprobar un excelente muestrario de fotos de su interior. Verdaderamente fascinante. De lo que me quiero ocupar es de la estrecha relación que el “Graf (Conde en alemán) Zeppelín” mantuvo con la Ciudad del Paro. La visitó, nada menos, que en 15 ocasiones, siendo la primera vez en la primavera de 1929. Existen impagables testimonios gráficos de su paso por Sevilla (también fácilmente localizables en Internet). Siempre me dejó una cierta incógnita el motivo de sus reiteradas visitas a nuestra Ciudad. Por el “Estado Libre de Baviera” circula una leyenda (que me acabo de inventar) que dice que cada primavera, el “Graf Zeppelín”, se reconstruye y vuelve a surcar los cielos del Dios Padre para desembocar en el Cielo de la Vieja Híspalis. Solo tiene como finalidad visitar, una vez más, la Tierra de María Santísima. Lleva únicamente como pasajeros a ilustres y eternos Hijos de Sevilla. Suelen viajar en sus apacibles aposentos gente tan diversa como: los Machado, don Antonio y don Manuel; Diego Velázquez; Luis Cernuda; Chicuelo; Manolo Caracol; Bartolomé Esteban Murillo; Antonio Domínguez Ortiz; Manolo González; “La de los Peines”; Paco Cortijo; Jesús de la Rosa; Juanita Reina: Silvio; Juan Belmonte; Niño Ricardo; Marcelo Spínola; Juan Arza; Antonio Susillo; Farruco; Ramón Carande; Vicente Aleixandre; Manuel Vallejo…., así hasta completar el cupo permitido de los 29 pasajeros. No se puede, por razones de seguridad, aumentar el número de viajeros. Todos sevillanos de nacencia o querencia que, tanto monta; monta tanto. Recorren el cielo sevillano en la eterna primavera de los atardeceres luminosos, y sienten clavada en sus almas inmortales la aguda espina de la nostalgia sevillana. Nos hicieron enormemente grandes por tener la dicha de compartir terruño con ellos y, en no pocas ocasiones, el pago que les dimos fue el olvido y la ingratitud. Vienen a buscar sus raíces sevillanas solapados en el interior de un “dirigible comercial” al que llaman el “Graf Zeppelín”. Cada uno tendrá un especifico trozo aéreo de Sevilla que logrará conmoverlo: Pastora, Chicuelo y Caracol la Alameda; Vallejo la Plaza de San Marcos; don Marcelo la de San Lorenzo; Arza el Barrio de Nervión; Belmonte la Plaza del Altozano; Domínguez Ortiz, don Antonio, la Biblioteca Colombina; don Ramón Carande la Hemeroteca Municipal; Juanita Reina la Basílica de la Macarena; Silvio el “Club Yeýe”; Jesús de la Rosa y Murillo el Barrio de Santa Cruz; Velázquez y Niño Ricardo la Plaza de San Pedro; Antonio Susillo la miel de un Cristo situado en el camino de los “que ya no vuelven”; Farruco la techumbre flamenca del Tablao “Los Gallos”; Los Machados el Palacio de las Dueñas; Cernuda la calle Acetres; Paco Cortijo el laberinto de las callejuelas del Moscú sevillano; Manolo González la Puerta sevillana del Osario y, Vicente Aleixandre, cualquier plazoleta con una fuente cantarina, donde se conjuguen el rumor del agua con el acompasado vuelo de los pájaros.

Vienen y se van en el “Graf Zeppelín”. Dejan en el aire aromas de belleza eterna e intemporal. Cada uno a la suyo y nosotros a la nuestro: vivir en una Ciudad hermosa, cargada de Historia y castigada como pocas. Levantemos cada primavera nuestra vista al cielo sevillano, y saludemos emocionados a aquellos que configuraron que Sevilla sea una Ciudad inmortal.

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