lunes, 13 de febrero de 2012

El Oficio de escribir



“Escribir es reorganizar el arsenal de palabras que el lenguaje cotidiano pone a nuestra disposición” - Tom Waits –

Observo que existen en Internet distintas páginas web cuya finalidad es la formación de futuros escritores. Entro en algunas de ellas y las hay para todos los gustos y no para todos los bolsillos. Nunca voy a deslegitimar -en cualquier orden de la vida- la importancia de poseer una buena formación. Pero tampoco voy a obviar cuestiones que tengo meridianamente claras. Creo que para ser un buen escritor hacen falta dos elementos fundamentales: Talento y Oficio. Con lo primero se nace. Lo segundo se consigue leyendo mucho y sabiendo dejarse orientar por aquellos que ya han andado el fructífero camino de los buenos lectores. Sinceramente creo que estos dos aspectos son los fundamentales para arriesgarse a emborronar folios en blanco. Saber manejar la sintaxis y las distintas reglas gramaticales puede resultar imprescindible para manejar -y sobre todo armonizar- el complejo mundo de las palabras y los conceptos. Pero lo que nadie te puede enseñar es a ser capaz de transmitir emociones con aquello que expresas por escrito. Se puede escribir bien gramaticalmente sin llegar a producir en los lectores ningún sentimiento compartido. Escribir dejando una estela de sedimento emocional ya resulta bastante más complicado. Es decir: combinar oficio, conocimiento y sentimiento está al alcance de pocos escritores. Decía Jorge Luis Borges algo que suscribo plenamente: “Como más disfruto no es con mi condición de escritor sino con la de lector”. Creo, sinceramente, que se puede escribir de regular para abajo sin necesidad de ayudas exteriores. Todos sabemos –o debíamos saber- equivocarnos solos. Una formación humanística, cívica y/o profesional se nos antoja como algo fundamental para afrontar la vida y las cosas. Crear de la nada futbolistas; toreros; actores; artistas flamencos o escritores, es una tarea –muchas veces con fines recaudatorios- tendente a convencernos de que con perseverancia se cubre la falta de talento. No es verdad. Las Escuelas llamadas del Arte están para pulir diamantes en bruto, pero nunca para sacarlos de minas estériles y agotadas. En Sevilla existen “Academias” que “enseñan” a cantar flamenco a gente procedente de Australia o del Canadá. Mientras consiguen “aprender” se les cobra una jugosa cantidad. Se abusa de la buena fe de personas que consideran el talento natural como algo insustancial. Si no has nacido para torero; futbolista; actor; cantaor o escritor, la formación, por si sola, nunca podrá obrar el milagro de convertirte en un elegido para la Gloria. Nadie que tenga a la lectura como una de sus grandes aficiones-pasiones debería sustraerse del placer de escribir. Da igual que nadie te lea o que quienes lo hagan consideren irrelevante tu manera de expresarte. Escribimos por una necesidad hacia nosotros mismos y si, de paso, consigues interesar a alguien pues miel sobre hojuelas. Insisto: el placer siempre estará en leer lo que otros han escrito más que en nuestras propias elaboraciones. Podemos, eso si, errar solos, sin necesidad de pagar 1.500 “leuros” por matricularnos en una “Escuela de Escritores”.

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