domingo, 12 de febrero de 2012

¿El arcón cerrado del Flamenco?



A José Blas Vega, que marcó el sendero de la verdadera Investigación Flamenca.

Sinceramente, y asumiendo el riesgo de poder equivocarme, pienso que el armazón del Flamenco está plenamente configurado desde hace bastante tiempo. Sus aspectos musicales, literarios, historiográficos y, antropológicos en definitiva, están definitivamente articulados. Las lagunas existentes se nos muestran hoy como insalvables (por ejemplo el origen del nombre de algunos cantes). Los libros imprescindibles del Flamenco –lo que se dice imprescindibles- no llegan a superar los cincuenta (puede que hasta me haya pasado). Son numerosos los que resultan prescindibles y carentes de verdadero valor historicista. Suelen abarcar aspectos biográficos de artistas o elementos que discurren en el resbaladizo mundo de lo anecdótico. Interesantes -a que negarlo- para enriquecer nuestro acervo flamenco y, de paso, poder deslumbrar a más de un iluso en tertulias de peñas o tabernas. Conocer la personalidad de los artistas se nos aparece como algo fundamental para entender su discurso flamenco. Pero, sinceramente, que Manolo Caracol desayunase pan con aceite o con Tulipán no debió influir en sus genialidades cantaoras. En no pocas ocasiones se entremezcla la Historia con la Literatura (la Historia es otra cosa: analiza los contenidos en detrimento de los continentes). Se pone el acento en curiosidades personales que, en no pocas ocasiones, se nos revelan como relativamente trascendentales. Insisto: no se trata de deslegitimar aquello que resulte enriquecedor para el estudioso y/o aficionado del Flamenco, sino de separar la paja del trigo. Mi más que copiosa biblioteca flamenca está llena de libros prescindibles. Puedo decir que los he leído todos (los buenos y los menos buenos). Hermosos, sentimentales e incluso, si me apuran, muy bien escritos pero poco o nada clarificadores. Cuanto se puede aportar sobre las distintas peculiaridades del Flamenco ya ha sido dicho, escrito y grabado. ¿Cerramos pues el Arcón a perpetuidad? Para nada. El Flamenco es un Arte, más que vivo, de pulso palpitante y siempre nos está deparando agradables sorpresas. Pero insisto el “Edificio” ya hace tiempo que está construido. Cuantas aportaciones se hagan para enriquecerlo bienvenidas sean pero, si esto no fuera posible, no desfiguremos si acaso su hermoso armazón. Los artistas a lo suyo: crear desde la libertad. Los estudiosos a seguir investigando por si suena la…guitarra. Los aficionados a seguir alentando una llama que cada día se nota más difusa y apagada. Cada uno en su sitio, y procurando que no se deforme –aún más- este extraordinario legado andaluz heredado de nuestros mayores. Más que nacer sabiendo creo que lo vital es envejecer aprendiendo….algo más de Flamenco.

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