(A José María Cuadro, que le cupo el honor de “cuadrarnos” ante la Gloria)
Existen fechas que de manera indeleble quedan grabadas a sangre y fuego en las paredes del alma. Para mí una de esas fechas, y sin lugar a dudas la más reciente, es la del lunes día 27 de febrero del 2012. Primer Lunes de Cuaresma sevillana y “Vía Crucis” a la SIC del Señor de la Salud de San Nicolás de Bari. Señor de señores de la antigua Judería y Padre protector de la gente humilde del Barrio. Guía y mentor de candelarios desparramados por los confines de la Tierra, soñando mágicos Martes Santo envueltos en el halo protector de la dulce nostalgia. Fue un lunes denso y largo, preñado de sensaciones y emociones tan dispares como el resultante del ejercicio de soñar y sentir. El día, emotivo y profundo, dio para todo y para todos. Frío y calor. Sonrisas y lágrimas. Copas y abrazos. Figurones y desfigurados. Cariño y “ojana”. En definitiva, un imborrable testimonio de fe y belleza al sevillano modo. Modélica la organización candelaria y modélico el comportamiento del numeroso gentío que acompañó al Señor en todo su recorrido hacia la Gloria catedralicia. Nos decían los “culturetas” de fascículos y boletines que -¡por fin!- iba a descubrir Sevilla al Nazareno de San Nicolás. ¡A buenas horas mangas…moradas! Intenté estar cerca de Él todo cuanto me fue posible. Me quedó la amarga pena de no acompañarlo integrado en la radiante comitiva candelaria (¡ejemplar el comportamiento de nuestros jóvenes y jóvanas!). Una gotera, que con los años me ha pasado factura en forma de artrosis, posibilita que pueda andar tres horas sin cansarme, pero que no pueda permanecer estático (perdón pensaba escribir parado) más de diez minutos sin marearme. Lo seguí por todo el recorrido sin más compañía que mis recuerdos y el bueno de Jacinto Fernández. Consultado sobre el magno acontecimiento a amigos íntimos (ajenos a la esfera candelaria) coinciden de manera unánime en que: ¡Muchos Vía Crucis habrá, pero como este ninguno! Pronto, muy pronto, si los negros nubarrones se terminan acordando este año de Pontevedra, lo veremos de nuevo en la calle. Pero ya nada será igual que antes. Va a ser un Martes Santo muy especial y recemos para que sea seco y soleado. Dios nos debe una Semana de buen tiempo. Un 27 de Febrero del 2012 tomó el Señor amorosamente los laberintos urbanos de la Ciudad, y ya las mariposas del alma tienen distinto vuelo y color. Cuando lo vean pasar entre las sillas de la Carrera Oficial seguro que alguien le comentará a su “campanero” vecino de Quidiello: ¿Este es el que salió en el Vía Crucis, verdad? Si, efectivamente –señor o señora- este es. Aquel al que mis mayores me enseñaron a amar y respetar. El que un día escuchó decir un “Si queremos” a un “ajustador” de la Pirotecnia y a una hermosa muchacha de Pilas. El que presenció, a pocos metros, como eran bautizados los niños agregados en aquel Libro de Familia. El que sonrió en su dolor ante la nerviosera de un niño que se estrenaba como nazarenito. El que no se molesta cuando en mis visitas “luneras” siempre le rezo a Ella primero. Ese era, y no otro, quien cambió su caminar sobre las aguas para hacerlo por las calles fervorosas de la Ciudad.
Nota adicional: Ese Lunes pude apreciar que en Sevilla lo paradójico hace tiempo que tomó cuerpo y forma: en las casas donde hay balcones apenas vive gente, y en aquellas en que vive mucha gente ya no hay balcones. ¡Cuantos balcones y ventanas cerradas a cal y canto al paso de la gloria y la vida!
Nota adicional: Ese Lunes pude apreciar que en Sevilla lo paradójico hace tiempo que tomó cuerpo y forma: en las casas donde hay balcones apenas vive gente, y en aquellas en que vive mucha gente ya no hay balcones. ¡Cuantos balcones y ventanas cerradas a cal y canto al paso de la gloria y la vida!
No hay comentarios:
Publicar un comentario