Las tardes se alargan con la cadencia de los buenos tercios por Soleá. Las noches se resisten a cerrar el día con su cremallera de sombra y su destellante fulgor de estrella errante. Los campos desaparecen poco a poco en los largos atardeceres aljarafeños como por arte de magia. Recuperan fugazmente su presencia de verdes olivos con los destellos de la luna. Ya la soñada Primavera tiene cada día más visos de convertirse en algo tangente y palpable. Se nos irán despoblando, paulatinamente, ropa de camas y cuerpos que se sienten próximos huéspedes de roperos y armarios con aromas de alcanfores. Los poetas afilan los lápices del desamor. Los pintores mojan los pinceles en los colores del arco iris. Los músicos ensayan pausadas notas que emanan del alma. Los toreros, en las dehesas, sacuden con templanza el polvo de capotes y muletas. Los cantaores se entonan por Tientos. Las flores se desperezan abriéndose en los amaneceres para sacudirse las gotas de rocío. Los gorriones les disputan a las palomas los migajones de pan vertidos por los suelos. Las Hermandades se nutren espiritualmente de dorados cultos internos y, administrativamente, de trajines por los vericuetos de la informática. Las muchachas abren sus ventanas y balcones hacia la vida y la esperanza. Los muchachos se agrupan nerviosos en las azoteas esperando que se abra la veda de los amores juveniles. Los viejos agradecen el seguir vivos –un año más- tras deambular con su soledad por el crudo invierno. Todo vuelve a quedar armoniosamente engarzado en el círculo mágico de la Ciudad. Vivimos amorosamente cautivos en la espera con la esperanza de ser liberados por los atardeceres luminosos. Ya casi no podemos decir que queda menos; podemos afirmar, rotundamente, que ya casi no queda nada. Mientras, a vivir enmarañados en el embrujo de parques, jardines, callejones y plazoletas, preguntándole a las esquinas si han visto pasar al niño que un día fuimos. Disfrutemos cada día como si fuera el último que la vida sevillana nos concede. Sin caer en el resbaladizo terreno de la nostalgia, pero sabiendo apreciar de donde venimos y donde estamos hoy. Contentos y dichosos por pertenecer a una tierra donde la poesía y la música del alma tomaron cartas de naturaleza. Da igual que los foráneos nos llamen “ombliguistas”. ¿Qué Ciudad del mundo tiene un ombligo más hermoso que el de Sevilla? Lo cierto, lo verdaderamente cierto, es que hoy estamos a uno de marzo del año del Señor del 2012 y esto ya son palabras mayores. Mayores y sobre todo menores (las palabras-verdad que siempre dicen los niños). Toca convertir los minutos en momentos y conseguir que los días terminen atrapados por el embrujo de la noche. Siempre seremos eternos trovadores buscando una Dama en un balcón para dedicarle su –nuestro- canto (Cante). De sobras se que corren malos tiempos para la lírica. Pero que queréis que haga si hoy mi alma de frustrado poeta se ha puesto a teclear mi ordenador. Ella, me habla de Marzo. Ella, me habla de la magia…. Ella, me habla de ti. Ella, me habla de…. ¡Sevilla y la Primavera!
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