Se va por donde nos había llegado: la cornisa del Aljarafe. A partir de ahora los atardeceres se resistirán a dejarle paso al reinado de la noche. Se lleva de la mano a nuestras Fiestas Mayores y a nuestro caudal de emociones tan hermosas como fugaces (¡Oh belleza, cuán efímera es tu presencia!) Se las lleva a darse una vueltecita por los senderos del alma y no las devolverá cuando ya, un nuevo Abril, sea una realidad visible en el horizonte. Mayo vino a mi ventana y… se fue por donde había venido. Esta Ciudad siempre vivió permanentemente instalada en las despedidas sentimentales. Unas veces te vas de propia voluntad y otras te echan a través del aburrimiento. Los gozos soñados se nos escapan de las manos como el agua de las torrenteras que se posan en los ríos para perderse en la mar. Nos queda la proximidad de un Corpus que siempre cierra un paréntesis hasta que, a mediados de Agosto, Ella vuelva a salir desde la penumbra hacia la luz. Aquí siempre quedó todo reducido al mágico mundo de los paréntesis. Semana Santa; Feria; Corpus y Virgen de los Reyes como elementos vertebradores de nuestras emociones tradicionales más nobles e imperecederas. Mientras, vivimos como buenamente podemos, hasta que el paso del tiempo nos vuelva a situar frente al epicentro de nuestras emociones más profundas: las que siempre terminan por fundir nuestro pasado con nuestro presente. Querer asumirlo es tarea compleja pero nuestro entramado sentimental y cultural siempre priorizó la belleza por encima de otras consideraciones. La Historia y la Tradición están concensuadas, dentro de la racionalidad, con las raíces del pasado. La Fe es cambiante por su propia naturaleza, y los acontecimientos del devenir de cada uno determinarán su cuota existencial. La Belleza es, a la vez, tan palpable como efímera. Mayo es el mes de la belleza más nítidamente sevillana. Sus “Cruces de Mayo” -hoy casi piezas de nuestro Museo de Artes y Costumbres Populares- representaron a la belleza popular en todo su esplendor. Con nada se construían hermosos altares “corraleros” y, de la nada, se creaba una forma de divertirse anclada en nuestro folclore más genuino. Mayo vino a mi ventana y…se marcha derrotado (pero no vencido). Hasta el Rocío, tan lejano y tan cercano a la vez de la Ciudad, cerró la cancela de su Aldea. Sevilla abre las puertas de su Gloria a través de la belleza más circular en las fechas marcadas a sangre y fuego en su calendario. Mientras, en estos largos paréntesis, nos ofrece su eterna belleza para saciarnos del agua de las fuentes de los paraísos perdidos. Pronto, muy pronto, veremos correr a los mozos delante de los toros por la calle Estafeta de Pamplona. Son señales externas que nos indican que ya falta menos para que el Rey San Fernando se quite su corona al paso de su verdadera Reina: la Virgen de los Reyes. Después, todo volverá a renacer entre abrazos de reencuentros; olores a lápices nuevos; llantos de despedida infantil en las puertas de las guarderías y, la retirada de un cartel que dice: “Cerrado por Vacaciones” que tan solo existe ya en el recuerdo de tiempos mejores. Volverá a ponerse en marcha el reloj sentimental de la Ciudad y ya Mayo será tan solo un fantasma que se perdió por las marismas. Mayo vino a mi ventana y…en forma de gorrioncillo me cantó su última letanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario