viernes, 1 de junio de 2012

Más Diamantinos y menos Roucos



Históricamente, la cúpula de la Iglesia católica se ha llenado de “gloria” y ha condicionado un claro distanciamiento entre ella y las clases populares. Resulta más que evidente que nunca se sintieron cómodos con eso que se conoce como “Religiosidad popular” (concretada en Sevilla a través de sus Hermandades y grupos de fieles comprometidos). Siempre intentaron a través del miedo a los infiernos, más una persistente obstinación en negarle a la Teología su carácter intelectual y racionalista, manejar el rebaño de manera colectiva y negándole al ser humano su mayor y mejor instrumento existencial: la capacidad de pensar y soñar por si mismo. Ellos deciden y planifican nuestra vidas; nosotros –creyentes de base- estamos simplemente para decir siempre amen al final del “Ave María”. Desde el sillón de San Pedro se han bendecido guerras cruentas; dictaduras despóticas; la hambruna africana y se han “tapado” numerosos casos de abusos sexuales cometidos contra niños indefensos. Desde las “Sandalias del Pescador” otros –en verdadera consonancia con el “Hijo del Carpintero”- han llevado el consuelo y la subsistencia allí donde solo gobierna el Reino de la pena y la miseria. Iglesia de falsos oropeles e Iglesia de Santos con mayúscula. Cada cierto tiempo la Iglesia (Oficial) necesita reivindicarse mostrando su arrepentimiento ante la Historia por los desmanes perpetrados y/o consentidos. De manera cíclica sacan siempre a la palestra el manido tema de la homosexualidad (¿). Hace unos días un Obispo (el de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig) calificó a los homosexuales de “personas viciosas, degeneradas e incluso prostituidas”. Ítem más, dijo que la “Homosexualidad es una enfermedad que bien reconducida desde la niñez puede curarse”. ¡Toma ya! Esta declaración, no lo olvidemos, fue hecha y televisada un ¡Viernes Santo! y en los primeros años de la segunda década del siglo XXI. Los homosexuales han sido tratados de manera perversa tanto por la Derecha (versus Clero Oficial) como por la Izquierda (versus Regimenes Comunistas). En la España franquista se les aplicó la “Ley de vagos y maleantes” y en la “Perla del Caribe” (la Cuba soñada por tanta “Progresía de Salón) se les recluyó en sitios habilitados para “curar su desviación sexual”. ¿Cual es el motivo de tanta inquina hacia unas personas tan buenas (o malas) como las demás? Posiblemente en los armarios de muchas sacristías duerman, junto con las sotanas, anhelos sexuales reprimidos por los obsoletos y antinaturales “votos de castidad”. Los “revolucionarios” de selva y ametralladora parece ser que tampoco asumen que un combativo guerrillero pueda estar perdidamente enamorado de su “Comandante”. Han desvirtuado los orígenes doctrinarios de la vida y las cosas para contextualizarlos en su único y propio provecho. Todo libre pensador será tachado -tarde o temprano- de hereje y renegado. Cada uno busca a Dios de la manera que considera oportuna. Yo lo encuentro en el rostro de Pasión o el Gran Poder; en el viento que peina el mar –la mar albertiana- por la Bahía de Cádiz; en las bondadosas manos de las Hijas de la Caridad; en la risa de mi nieto; en la música de Mozart; en el pincel de Velázquez; en la obra de Vicente Ferrer; en la gubia de Juan de Mesa o Martínez Montañés, en la guitarra de Paco y en los ojos –hermosos y desconsolados- de la Candelaria y la Merced.

 Si alguna vez estoy delante de Dios asumiré sin un solo atisbo de soberbia cuantas críticas se digne hacerme de mi paso por la Tierra. Pero, a no dudarlo, yo también le criticaré el comportamiento de algunos de sus más altos representantes terrenales. Estoy seguro de que Quien está sentado a su derecha intervendrá en el debate para sentenciar: “Ahí abajo hacen falta más Diamantinos y menos Roucos”.

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