lunes, 25 de junio de 2012

¿Cómo va la cosa?



Los sevillanos utilizamos un lenguaje para comunicarnos bastante peculiar y, a que negarlo, netamente hispalense. Cuando te encuentras por la vía pública (antes llamada “la calle”) a algún conocido de los que no frecuentas a diario le sueles preguntar: “Que pasa, ¿cómo va la cosa?”. Las repuestas, dado la que está cayendo, se diversifican en tres direcciones complementarias: “Aquí aguantando el tirón”, o bien, “Ya lo ves capeando el temporal”, también, “Pues nada vamos tirando”. Afortunadamente, el “miarma” sigue campando a sus anchas a lo largo y ancho de nuestra Ciudad. Sirve para casi todo: “Me alegro de verte miarma”; “Dale recuerdos a tu padre de mi parte miarma” (como le digo yo a este que hace catorce años que falleció); “Perdona que no te había visto miarma”. Quien inicia un saludo a media distancia siempre lanza un escueto “jei”, que será respondido con otro donde solo variará una vocal: “jai” (todo en clave apache). Tampoco faltan los que te dicen: “Que bien te veo Eduardo”, independientemente de que tú te llames Alberto. Tengo un amigo ciego (Antonio, que ha vendido cupones durante cuarenta años en la esquina de la “Confitería la Campana”) quien al reconocer mi voz tras mi saludo de rigor siempre me dice: “Hombre, Juanlu, ¿cómo estás? Me alegro mucho de verte” (¿). Las mujeres cuando se pegan una carrerita para coger el autobús siempre lo hacen riendo y, sin dejar de sonreír, al entrar le dicen al conductor: “Gracia, bueno día” (siempre por ese orden). Cuando le están “quitando las tiras de pellejo” a alguna, siempre se refieren para citarla como “Ella”. “Eso es lo que “Ella” se creía que yo me iba a callá”; “Pero mira como “Ella” no supo que contestarle a la Pili” (Pilar, al llamarla por su diminutivo queda a salvo de la “quema”). Tampoco se preocupan de citar a sus santos esposos por su nombre de pila, siempre será traído a colación como “mi marío” (ellos a su vez siempre dicen al referirse a sus santas esposas: “mi parienta”). Con los niños ya varía la cosa y pocas veces utilizan los diminutivos. Siempre dicen sus nombres completos. Adelantan el posesivo para referirse a: “mi Vanesa”; “mi María del Mar” o “mi Francisco José” (que tiene nombre de marido de Sissi). Que en los Toros predominé el ¡Ole! y en el Fútbol el ¡Goool! es bastante lógico. La diferencia es que en las plazas no se utiliza el “Uy” cuando el pitón del toro roza al torero o lo voltea (se escucha, eso si, el asustado grito de las mujeres), mientras que en el deporte de “la pelota” los aficionados (sobre todo del Betis) nos llevamos todo el Partido diciendo “Uy”. Todavía, en mis paseos por los alrededores de la Catedral, observo asombrado como hay quien ante una consulta de un extranjero le habla muy despacio y a voces (creyendo que así lo podrán entender mejor). Son peculiaridades que nos hacen distintos pero nunca distantes. La gente joven ha pasado de los esquemáticos sms a manipular con la yema del dedo los móviles (o como ahora se llamen) de ultima generación. Parece que están rascando un cromo de los antiguos. Tiempos de cambios profundos donde la tecnología ya manda sobre nuestras vidas (y lenguaje). Mientras seguiremos preguntando a diestro y siniestro: “Que pasa, ¿Cómo va la cosa?”; “Pues ya lo ves, vamos tirando….ladrones por la borda”.

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