A través del más que recomendable Blog de Manolo Bohórquez (“La Gazapera”) me llega la
triste y dolorosa noticia del fallecimiento de José Blas Vega. Un amigo al que
recordar y un maestro al que venerar siguiendo sus enseñanzas. Sabía que desde
hacia tiempo luchaba denodadamente contra un cáncer de los que al final siempre
terminan ganando su cruenta batalla.
Conocí a Pepe Blas Vega a través de Manolo Centeno en el “Centenario del
Nacimiento de Manuel Vallejo” celebrado en la
Peña Torres Macarena. Sintonizamos desde el primer día y desde
entonces me honró con su amistad y me alumbró con su sabiduría flamenca y
humana. Cuando venía por Sevilla –Ciudad a la que amaba profundamente- me
llamaba previamente y compartíamos gratificantes paseos por el Casco
Antiguo. Mi vida de aficionado y
estudioso del Flamenco tiene un antes y un después desde que este madrileño, de
fino porte, me marcó el camino a seguir. Amaba profundamente a Triana y me
enseñó, sin paliativos, la extraordinaria importancia que tenía el arrabal
trianero en la configuración y desarrollo del Flamenco. Supo nutrirse –conviviendo con ellos en
noches eternas- de la sabiduría de los Maestros venerables del Flamenco que
apuraban su epilogo existencial por la
Villa y Corte. Su rigor y meticulosidad, tanto en tareas de
producción discográfica (Hispavox) como en el campo de la investigación, son
definitivas para entender en su plenitud el Arte Jondo. Con José Blas Vega las coordenadas de los
estudios de Flamenco alcanzan su cima más excelsa. Sus estudios sobre Chacón, Silverio, Los
Cafés Cantes de Sevilla y Madrid o el Diccionario Enciclopédico Ilustrado del
Flamenco que escribió al alimón con Manolo Ríos Ruiz, se nos presentan (a los
estudiosos y aficionados) como rotundamente definitivos. Padeció durante muchos años los dardos
envenenados de la corriente “gitanófila” del Flamenco. Nunca pudieron alterar su admirable temple ni
su sentido del rigor y la verdad histórica.
Tenía setenta años de edad cuando falleció y sus cenizas serán
depositadas en la que consideraba su segunda tierra: Zamora. Repasando las ediciones digitales de la
prensa madrileña duele constatar que su muerte ha sido obviada. Ejemplo sintomático de que el Flamenco
todavía, a efectos intelectuales, esta en “paños menores”. No es la primera vez que escribimos, y a que
dudarlo tampoco será la última, que a la par que cumplimos años también
cumplimos muertos. Gloria eterna a este
sabio anticuario de la “Librería del Prado” madrileña, y a este flamenco tan
postinero como riguroso y cabal. Adiós
Maestro; adiós Amigo. Fue un placer
leerte y, sobre todo, conocerte, tratarte y disfrutar de tu amistad. Siempre te recordaré en mañanas soleadas
comprando postales antiguas en la sevillana Plaza del Cabildo.
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