“Ventanitas a la calle / son peligrosas / pa las madres que tienen / niñas hermosas”. Lo canta Sal Marina de manera prodigiosa. Consiguen que compás y temple en Andalucía se den la mano por tierras sanluqueñas. Octubre se aleja cada día un poco más y entramos en los preámbulos de los acogedores días de mesa-camilla. Pronto nos llegará un Noviembre envuelto en santos y difuntos y con la espada de Don Juan Tenorio presta a ser desenvainada de nuevo. Ya las barricas de roble de las bodegas aljarafeñas de Salado esperan ansiosas poder acoger en sus vientres la frescura del mosto nuevo. El verano ya se nos muestra cada vez más lejano en el horizonte dejando, eso si, su secuela desértica de ascua viva fruto de la inconsciencia humana o los espurios intereses pirómanos. Arde España un poco más cada año y nadie hace nada por evitarlo. El consumismo ha terminado por alterar los ciclos naturales de la vida. Es primavera en Sevilla cuando así lo determine la publicidad de unos Grandes Almacenes. Tenemos tanta prisa por apurar los días que no somos concientes de ser devorados por un tiempo estéril e inútil. “Ventanitas a la calle / son peligrosas / pa la madres que tienen / niñas hermosas”. Abrimos lo libros por su final y leemos ansiosos las sinopsis de las películas para conocer de antemano su desenlace. No tenemos tiempo y lo que es peor: tampoco sosiego. La maquinaria de la vida y las cosas hace días que empezaron a moverse de nuevo. Las madres pronto tendrán que cerrar las ventanas, no solo por el peligro de sus mocitas casaderas, sino para no constiparse y tener que pagar en la farmacia un porcentaje del Frenadol. El mes de octubre figura en los almanaques y calendarios como el mes número 10. El mismo que lucían en su dorsal Ferenc Puskas, Pelé, Maradona, Luis Suárez, Cardeñosa y actualmente Leo Messi. Octubre huele a pólvora revolucionaria bolchevique y a mares surcados en busca de nuevas tierras. Los meses son como racimos de uvas que se desprenden de los viñedos de la vida. Sacarles todo su jugo será cosa nuestra. Obviamos el pasado y renunciamos al presente para tener alguna garantía de futuro (¿). Nos quejamos continuamente del calor, la lluvia o el frío como si estuviera en nuestras manos cambiar los ciclos meteorológicos del tiempo. Hemos confundido adaptación con mansedumbre y así nos va. Las mocitas quieren las ventanas abiertas todo el día; las madres las quieren cerradas y los padres ni se enteran de que la casa tiene ventanas. Apuremos y disfrutemos cuanto podamos de este “restillo” que le queda a octubre. Los días que se van nunca volverán y cada ola que besa la arena le da siempre su primer y último beso. Lo dicho: “Ventanitas a la calle / son peligrosas / pa las madres que tienen / niñas hermosas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario