Cuando, Margaret Hamilton Sullivan, apoyó su maleta en el andén de la Plaza de Armas sevillana eran las 20 horas de un 29 de agosto de 1967. Era una inglesa de armas tomar a punto de cumplir sus primeros y espléndidos treinta y cinco años de vida. Ese mismo día se cumplía el veinte aniversario de la muerte en Linares del torero Manolete (mandado a la gloria de los toreros eternos por un toro llamado “Islero”, procedente de la ganadería de don Eduardo Miura). Era una profesora de francés y castellano procedente de la Universidad de Cambridge. Venía contratada para impartir clases de inglés en un Colegio Mayor de alto standing del Aljarafe sevillano. La burguesía sevillana había considerado que había llegado el momento de que sus “cachorros” mandaran el día de mañana en más de un idioma. Se dirían que… “Los caminos de la UE son inescrutables”. Primogénita de una familia inglesa de clase acomodada (que en Inglaterra es mucho acomodo) fue una joven rebelde, lucida y con una inteligencia natural verdaderamente sorprendente. Guapa, talentosa y disconforme con casi todo era un cocktail demasiado fuerte para una familia, como la suya, fuertemente arraigada en la Iglesia Anglicana. Se independizó poco antes de cumplir su mayoría de edad y supo, armoniosamente, compaginar trabajo y estudios. Un día siendo muy joven, casi por casualidad, descubrió el “Romancero gitano” de García Lorca en la biblioteca de su augusta y noble casa. Ya desde entonces supo dos cosas: que terminaría siendo profesora de español y que su arribada a Andalucía sería cuestión de tiempo. Cubrió su periplo sevillano de profesora de inglés entre el Instituto Británico, Colegios Mayores y un Instituto de la sevillana calle Amor de Dios. Solo tuvo un largo y hermoso romance con un profesor de Matemáticas del Arahal. Interrumpido cuando este se marchó, para quedarse definitivamente, a la patria de Walt Whitman. Fue una ilustre y desconocida vecina de la calle Levies del Barrio de San Bartolomé. Vivía y soñaba, teniendo a Paco Lira como vecino, en el epicentro de la Judería sevillana. Andarina reflexiva y solitaria, solía desayunar sentada en la explanada de Santa María la Blanca después de comprar en el Kiosco adyacente “The Guardián” (siempre tuvo a su Inglaterra en el corazón y la mente) y el diario “El País”. Allí pasaba sus hojas lentamente sorbiendo poco a poco su té con limón y su torta de aceite “Inés Rosales”. Hoy, Miss Margaret Hamilton Sullivan, soltera y sin compromiso tiene 79 años de edad y está recluida, por decisión propia, en la Residencia de San Juan de Dios situada en la calle Sagasta. Supo como nadie atrapar el alma de una Ciudad que no suele entregarse sin previa resistencia amorosa. La Sevilla sin sevillanos machadiana se le entregó a esta inglesa que nos llegó por tren un caluroso día agosteño de 1967. Llegó para no marcharse y se quedó con nosotros para siempre. Las “fuerzas vivas” de la Ciudad, afortunadamente, la ignoraron por no conocerla siquiera. Ella supo muy pronto que ese era el camino para atrapar el alma de la Ciudad: vivir al margen de reconocimientos y desaires (la mitad de los sevillanos ponen tu nombre a una calle y la otra mitad espera impaciente una ocasión propicia para quitártelo). Margaret quiere seguir paseando por la Judería pero sus remos apenas pueden ya mover su barca. Le han propuesto que alguna persona joven le sirva de soporte en sus anhelados paseos. La Residencia va a contratar temporalmente a algunos jóvenes para estos menesteres.
Bajo el soporte del crucifijo metalizado situado encima de la mesa de caoba del director de la Residencia, duermen el sueño de los justos algunos currículos de gente joven desesperada.
El tercero del “montón” es de alguien que dice llamarse José Ramón Lozano Franco. Tiene 28 años y es Licenciado en Arte. Vecino del Barrio de San Lorenzo y pendiente –“gracias” a la España que le ha tocado en “suerte”- de estrenarse laboralmente.
Busca cualquier trabajo para sufragarse un viaje a Alemania que le proporcione mejor suerte laboral y profesional. Entre sus aficiones dice que están la Literatura rusa y todo lo relacionado con el Renacimiento. Por tradición familiar y convicción desde que nació es hermano de la Soledad de San Lorenzo. Sevillista converso y confeso se muestra amante de la cocina mediterránea. Soltero pero con un firme compromiso dado a una hermosa mocita del Arenal. Las coordenadas ya están dadas para que alguien le ofrezca su brazo a Miss Hamilton. La Ciudad los espera para darles su amor de siglos. Esta pequeña y hermosa historia bien merece una segunda parte. Amenazamos con seguir contándola.
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