lunes, 5 de noviembre de 2012

Paseando a Miss Hamilton (y III)


Todo en la vida, incluyendo a la propia vida, tiene fecha de caducidad. Bien cierto es que: “No hay dicha que dure cien años ni alma que la resista”. Hoy, es un lunes 29 de octubre del Año del Señor de 2012, termina una relación de afecto y complicidades que José Ramón Lozano y Miss Hamilton comenzaron hace algo más de un año. Él se marchará mañana a Dusseldorf para trabajar como asesor cultural en el Museum Kunst Palast (Museo Palacio de Arte). Le han ofrecido un contrato laboral por un año en la bella localidad alemana. Ella se volverá a quedar irremediablemente sola sin más compañía que un incipiente Alzheimer. Ha sido un año intenso donde quedó demostrado una vez más que la vida hace extraños compañeros de viaje. Si vuelven a encontrarse ya nada será igual. Él ya será de pleno derecho un ciudadano europeo (España solo es europea a la hora de pedir “Rescates”) y ella posiblemente ya no sepa quien es y, lo que es peor, tampoco quien ha sido. Hoy, por última vez, pasearán por Sevilla sus divergencias generacionales y sus complicidades afectivas. Ha sido un año intenso donde se han “pateado” tres veces por semana todos los rincones del Casco Antiguo de la Ciudad. Desde los Alcázares hasta San Juan de la Palma. Del Salvador al Museo de Bellas Artes. Desde Santa María la Blanca hasta la Placita de Santa Marta. Desde un San Lorenzo de sentimientos compartidos hasta los aledaños de la Plaza Virgen de los Reyes. Siempre desayunaron en el “Bar Europa” y alternaron a mediodía una reposada copita de oloroso en “La Goleta”; “Bodega Salazar” o en la “Bodeguita Romero”. Cuidadosamente, siempre la depositó sana, salva y contenta en los preámbulos del almuerzo de la Residencia. Ahora se disponen a dar su último paseo sevillano. José Ramón se ha parado un momento en la floristería de la calle Jovellanos y le ha comprado media docena de rosas rojas (la flor preferida de Miss Hamilton). Enfila la calle Sagasta sorteando la fila de “pretendientes de la suerte” en la Administración de Lotería. Hoy le acompaña, sin poder evitarlo, un halo de tristeza. Desde el amanecer tenía meridianamente claro que hoy no sería un día cualquiera. Ya tiene, desde ayer, preparado el equipaje que le llevará allí donde los políticos de este sufrido país mandan a la gente joven valiosa. Cruza el zaguán de la Residencia y la ve al fondo del patio tan altiva y hermosa como la primera vez. En el reloj callejero de la cercana “Relojería Torner” acaban de dar las once de la mañana. Las palomas de la Plaza del Salvador revoletean inquietas. En Londres, la Reina Isabel II se coloca parsimoniosamente uno de sus imposibles sombreros. Por San Lorenzo, una abuela ayuda a su pequeño nieto a elevarse y así poder besar el talón del Gran Poder. Salen de paseo un muchacho sevillano con cuenta abierta al futuro y una anciana inglesa con la suya cerrada al pasado. Les recibe el aire fresco de la mañana. Avanzan en silencio sabiéndose cómplices efímeros de la Ciudad. Un rumano toca un violín en la confluencia de la calle Córdoba con Puente y Pellón. Del “Bar Europa” sale un olor a café y a pan tostado que alimenta. Brilla el azulejo del Señor de Pasión de la Plaza del Pan herido por un rayo de sol mañanero. María cose sentada su primer capirote en la cercana “Casa Rodríguez”. Los “pájaros” de la Alfalfa se trasladaron hace tiempo al Hospital de las Cinco Llagas. Sevilla gira su ancestral rueda sentimental de siglos. Paseando a Miss Hamilton.

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