La Virgen de la Candelaria tiene cinco lágrimas de cristal en su divina cara. Dos en la parte derecha y tres en la izquierda. Cinco lágrimas que en el perímetro urbano de la Judería sevillana tienen nombre y ubicación. Se llaman: Condibarra (Conde de Ybarra), Vírgenes, Mármoles, Federico Rubio y Muñoz y Pabón. Lo decía Juncal y no seré yo quien le enmiende la plana a tan sabio maestro de las cosas genuinamente sevillanas: “Toas las vírgenes de Sevilla son guapas pero pa guapa, guapa, la Candelaria”. Dicho queda y clarificadoramente demostrado en su divino rostro. Reconozco sin ambages que me sentía bastante incomodo cuando durante la Expo del 92 la tuvieron 6 meses de “Exposición” en la Santa Iglesia Catedral. ¿Tú, Candelaria, expuesta ante los que nos redimimos exponiéndonos ante tu Divina Presencia? Ibas a verla y la veía desubicada y fuera de su contexto natural en aquel rincón del templo catedralicio. Fue un “exilio” tan inoportuno como pueril. Allí permanecía permanentemente, siempre sentado a su lado, uno de sus hijos más queridos y recordados: Manolo Luque. Una escena conmovedora y que le dan pleno sentido al mágico y envolvente poder de nuestras imágenes. Un hombre roto por el dolor junto a quien mejor podía entenderlo y consolarlo: su Virgen de la Candelaria. Creo, y doctores tiene la Iglesia candelaria, que el retorno a su Casa el Martes Santo debía hacerse por los laberintos sentimentales de la Judería. Reduciríamos tiempo estéril (de calle) y ganaríamos emociones contrastadas (del alma). La calle San Fernando con sus antiestéticos raíles distorsionan el transcurrir de Él y de Ella. Los Jardines de Murillo son ya un páramo de transito de gentes que vienen y van, sin pararse siquiera a mirar la fuente donde dicen que “El Tarta” se lavó las manos y limpió su cuchillo. Dale a La Candelaria el escenario de la Judería para que pasee su belleza y el Dios de los Cielos asentirá complacido. Menos palmeras y más callejas estrechas para que los sentimientos se nutran de lo eternamente bello. “Cinco lágrimas de cristal” en una cara donde uno tiene reflejada toda su existencia. El racionalismo cuestiona “estas cosas” por considerarlas intelectualmente irrelevantes. Puede que tengan hasta razón. Pero, quítale al ser humano su caudal de emociones y lo que será irrelevante en verdad será su existencia. La alienación se confunde con la alineación. Mueves una vocal y te mandan desde el Cielo un pañuelo de seda para secar esas “Cinco lágrima de cristal”. Son dos en la parte derecha y tres en la izquierda. Lágrimas que ayer fueron una modesta cocina de carbón; un lebrillo con un refregaor y un trozo de jabón verde; una inmisericorde libreta de dítero; unos cordeles metálicos con ropa tendida al sol y un nazarenito de blanco armiño con más nervios que un bistec de “tres perras chicas”. Hoy, son un romántico sesentón grabando flamenco en un Estudio para los oídos sensibles. Un farmacéutico tomándole la tensión a una Ciudad que hace tiempo que no tiene pulso. Una hermosa treintañera peleando denodadamente por sus hijos. Un comerciante sin apenas clientes ni comercio que mantener y un taxista de nuevo cuño dispuesto a llevarnos a la gloria. Todos candelarios. Todos, a nuestra manera, comprometidos con Ella. “Cinco lágrimas de cristal” que nunca se terminan de caer del todo para que otras generaciones las sigan contemplando. Soñar, siempre soñando, con un día lejano en que estaremos frente a Ella portando en nuestra mano un pañuelo blanco para secarle sus “Lágrimas de cristal”. En uno de sus filos alguna candelaria de antaño nos habrá bordado amorosamente con letras de oro: “Dios te salve María. Dios te salve Candelaria”
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