Cantan Simon & Garfunkel “Puente sobre aguas turbulentas” y, durante cinco minutos, el alma se serena. Cuando las canciones son de usar y tirar la música carece de sentido. Cuando se te quedan clavadas para siempre en las paredes del alma cobran todo su significado. Cada canción te retrotrae a una época y cada época te deriva hacia los sonidos imperecederos. Si algo define a esta Sociedad, que entre todos hemos creado, es la banalidad y lo meramente superficial. Nunca como ahora hemos necesitado más adornar nuestra existencia con la Poesía y nunca, como ahora, ha sido más denostada. ¡Pa poemitas está la cosa! nos dicen, y consiguen que, al unísono, se vacíen cuerpos y almas. Apura Diciembre su primera quincena y el nefasto 2012 ya vislumbra fecha de caducidad en el cercano horizonte. Pronto los niños acudirán vestidos de pastorcitos a sus colegios para decirle un adiós transitorio a sus obligaciones escolares. Las aguas bajan turbias por las torrenteras cordobesas portando ramas de olivos para adecentar los belenes andaluces. La familia de los Obama engalana su árbol de Navidad en la Casa Blanca y se invierte, felizmente, el orden de los Reyes Magos: Baltasar, Gaspar y Melchor. Los cristales se empañan en las casas (por dentro con lágrimas y por fuera con el vaho del frío) donde reina la desesperanza. Por Sierra Morena los aires nos traen sones de campanilleros. “En los campos de mi Andalucía / los campanilleros en la madrugá / me despiertan con sus campanillas / y con sus guitarras me hacen llorar”. No le pedimos a Jesús que vuelva a caminar sobre las aguas: nos conformamos con que calme su turbulencia. Puentes, necesitamos con urgencia puentes sobre aguas turbulentas. Bing Crosby canta “White Christmas” y Michael Corleone se entera, al salir de un cine con su novia, que a su padre le han pegado siete tiros. “El Pequeño Tamborilero” de Raphael pasa sus últimos días con Alzheimer en una “Residencia de Mayores” de Jerusalén. El Horno de San Lorenzo, con su Panadero Mayor al frente, trabaja día y noche para que a los sevillanos no les falte “el pan nuestro de cada día”. Mañana cerrará Diciembre la primera mitad de sus dos mitades. No son momentos para el desfallecimiento y mucho menos para el conformismo. Dios le demostró a Moisés que las aguas nunca pueden frenar las ansias de libertad. Los seres humanos llevamos siglos en un interminable proceso de construcción de la Ética. Con retrocesos y altibajos hemos conseguido distinguir la decencia de la rapiña y la bondad de la perversión. Construimos puentes que nos ayuden sin sobresaltos –o con ellos- a cruzar los ríos de la vida. Mañana empezarán los últimos días de un año, el 2012, que nos ha vaciado vidas, alacenas y almas. Nos queda una larga travesía en el desierto pero nunca la haremos en soledad. Mañana, precisamente mañana 15 de Diciembre, pondremos en marcha el reloj de nuestras emociones más nobles: las que nos atan a nuestras tradiciones. Nada hay más placentero que los ríos de papel de plata de los Belenes. La naturaleza es sabia: el oro brilla por las “colmenas” de Walt Street y la plata lo hace en la Capilla Sacramental del Señor de Pasión. Dicen que después de la tempestad viene –o vendrá- la calma. El mar, la mar albertiana, está encrespado y bravío y las olas de la verdad se estrellan contra las rocas de la mentira. El remanso de las aguas renacerá cuando catorce pasos a la voz de: ¡Ahí queó!, depositen su santa carga en la Avenida de la Constitución sevillana.
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