“Del hombre aprende el hombre la palabra,
más el silencio solo en Dios se aprende”
- Luis Cernuda –
El mar, la
mar albertiana, como ejemplo rotundo y paradigmático de la plasmación física
y/o espiritual del concepto de libertad.
La contemplación pausada allí donde confluyen mar y cielo es,
posiblemente, una de las formas más sublimes de acercarnos a la obra del Dios
Padre. El hombre mira el mar, la mar, y se reconcilia con cuanto le rodea y, lo
más importante, consigo mismo. Un caballo al trote bordeando la orilla o un
niño volando una cometa y la libertad consigue su plasmación más hermosa y
rotunda. Los antiguos comunistas (los de verdad y no los embaucadores de ahora)
tenían una forma de saludarse donde estaba dicho casi todo: “Salud y Libertad,
Camarada” (siempre por ese orden: salud de cuerpos y almas; libertad para que
todo en la vida tenga –o tuviera sentido- y camaradería para abordar los
avatares de la vida de forma solidaria).
Hoy, la salud está en vías de ser privatizada; la libertad está
seriamente cuestionada y/o secuestrada y quizás la solidaridad sea lo que está
más vigente que nunca. Vivimos apresados
por la dura realidad que nos rodea (nunca mejor dicho) y comercian no solo con
nuestra libertad sino, lo que es peor, incluso con nuestras vidas. Un cubano que ha terminado viviendo de su
“tercera pierna” decía que le confundía la noche: a nosotros nos confunden los
días. Pasamos de prisa por las calles sin mirar siquiera nuestro reflejo en los
espejos de los escaparates. Hoy, el
estar informados se ha convertido en un ejercicio de masoquismo; no estarlo nos
lleva directamente al matadero. Nos roban hasta el aire y encima nos
“argumentan” que lo hacen para salvaguardar nuestro futuro (¿). Los contenidos ideológicos se han
transformado en contenedores de basura.
Los sociales, son ya “Bolsas de Caridad” bajo el manto sacrosanto del
Cardenal Spínola. Lo culto vive
secuestrado por los vampiros de la noche.
La belleza ha sido enmascarada con los billetes de 500 euros que en
desbandada salen por nuestras fronteras buscando los paraísos fiscales. La cometa no levanta el vuelo y los niños
lloran desconsolados viendo como rebota por la arena. El mar, la mar albertiana, nos deja en noches
de luna llena su llanto de siglos. Malos
tiempos, son malos tiempos para los vuelos de las cometas. No creemos en nada
y, lo que es peor, tampoco ya en nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario