La
Crisis, esta
maldita palabra tan repetida como temida, ha propiciada unas situaciones -tanto
sociales como familiares- verdaderamente inauditas. Se ha hecho verdad un
axioma tan antiguo como el mundo: a los ricos los protege su fortuna y a los
pobre su familia. A través de los medios de comunicación, o de testimonios
directos, nos llegan casos personales impensables en los mal llamados años de
bonanza. El eje vertebrador que está
propiciando que la gente solvente a duras penas el día a día se encuentra, y se
consolida, en el bondadoso y solidario mundo de los pensionistas (los mayores
de cada familia en definitiva). Nunca una pensión dio para tanto y para
tantos. Hace un par de días me tropiezo
(la gente en la calle no se encuentra: se tropieza. A la inversa ocurre en los
caminos y veredas) con un amigo de esos de toda la vida. Me cuenta las
circunstancias por las que está pasando y, las mismas, me dan una idea de cómo
“marcha” en la actualidad este sufrido país nuestro. Padre de un solo hijo ya
casado, “emancipado” y con dos críos pequeños. A su “niño” lo dejaron parado
(también a la mujer) y ya han agotado las prestaciones por desempleo. Su hogar,
dulce hogar, lo han tenido que entregar al Banco en dación de pago para liberarse
de unos años de hipoteca pendientes e imposibles de asumir. Reunidos en
conclave familiar han adoptado una solución salomónica: Ricardo (el vástago de
mi amigo), se ha ido a vivir con su hijo de cuatro años de edad a casa de sus
padres. Su esposa, Mariló de macarena cuna y ascendencia, se marchó con su niña
de seis años a casa de su viuda madre y una tía que nació, vivió y morirá
soltera. Aquí tenemos un claro ejemplo de un matrimonio joven con un proyecto
de vida en común roto en mil pedazos (¡como para no acordarse de las “ametralladoras”
de Pancho Villa!). La última modalidad social que últimamente se está dando es “recuperar”
a los abuelos (es decir: a sus pensiones) de las Residencias para retornarlos
al hogar del que fueron desalojados. Hacen falta sus “Pagas” para sobrevivir y
donde caben cuatro caben cinco. Estamos instalados por culpa de esta “plebe”
que dice representarnos y defender nuestros intereses en el más puro
surrealismo. Sin dudas ni paliativos nos hemos cargado a golpe de decretazo a
toda una Generación (posiblemente de las mejores que ha dado este país).
Afortunadamente la familia ha salido al rescate de sus miembros más
desfavorecidos y se ha podido solventar la dura supervivencia del día a día.
¿Cuánto tiempo podrán seguir haciéndolo? ¿Cuánta gasolina les queda en sus
menguados depósitos? Estamos inmersos en un mar de contradicciones que
posiblemente no tengan un final feliz. Unos gastan un dineral en globos para el
cumpleaños de sus hijos y otros ya no tienen ni para darles de comer. ¿Demagogia?
Que cada cual lo interprete como estime conveniente. La
Familia, siempre la Familia, como el último salvavidas donde
agarrarse para evitar el naufragio. La Familia siempre,
invariablemente siempre, contando con uno más a la mesa.
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