miércoles, 6 de marzo de 2013

La vida suspendida



 “Comenzaron a desaparecer
 como el oasis en el espejismo,
 a desaparecer sin últimas palabras”
- Mario Benedetti –

María Herrera Magdaleno es una ciudadana mejicana de 65 años de edad.  Ha conocido en sus carnes lo que significa el dolor más profundo que imaginarse pueda.  De sus seis hijos cuatro han sido secuestrados por las temibles bandas de narcotraficantes mejicanas. Las mismas que tienen aterrorizadas a una parte de la población y en permanente vilo a las autoridades. Ella, María Herrera Magdaleno, sabe a ciencia cierta que sus cuatro hijos nunca aparecerán ni vivos ni muertos.  Habrán sido asesinados y sus cuerpos convenientes desaparecidos a perpetuidad. Nada extraño cuando sabemos que en Méjico las personas secuestradas y hechas desaparecer superan las 24.000 y, por desgracia, este número se incrementa diariamente. Esta mujer rota por el dolor se ha convertido en una activista civil de primer orden con un doble objetivo: que el crimen organizado no le quite a los dos hijos que le quedan y que ninguna madre tenga que pasar por el durísimo calvario que ella ha padecido. Dice esta mujer de manera textual: “Con la muerte de mis hijos tengo la triste sensación de tener la vida suspendida”. La situación de países como Méjico y Colombia atrapados en las redes de los narcos es simple y llanamente terrorífica. Los medios de comunicación nos cuentan a diario historias que dejarían en pañales a los guiones de cine más retorcidos y perversos. Leo la historia, triste historia, de esta mujer mejicana y uno no puede sino conmoverse ante su dolorosa tragedia. Las drogas han convulsionado nuestra sociedad generando ingentes cantidades de dinero y envileciendo todos los estamentos de la misma.  Recientemente ha salido elegido un nuevo Presidente en el querido Méjico, Enrique Peña Nieto (PRI). Como es habitual, desde hace años, ha prometido emplear todos los recursos necesarios para acabar con esta banda de criminales. El dolor de madres como María Herrera Magdaleno bien merecería que no todo quede, una vez más, en buenas intenciones y vanas promesas. Vivimos tiempos convulsos donde la justicia y la ley en cualquier lugar del mundo hablan distintos lenguajes. Nada de cuanto ocurre en este castigado planeta llamado Tierra nos debía resultar ajeno. Somos compañeros de viaje y hacerlo con los vagones perfectamente ensamblados tiene mayor importancia que determinar cuales son nuestras estaciones.  María Herrera Magdaleno es una madre mejicana que simboliza el dolor de todas la madres del mundo.  Dejarlas solas es hacerle un flaco favor a aquellas que un día nos parieron. Mientras el Hijo del Carpintero en su última agonía le recrimina a su Dios el haberlo abandonado; Ella, su Madre, le acompaña firme en su condición materna y abre la senda dolorosa de todas las madres.  En definitiva: la vida suspendida.

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