miércoles, 20 de marzo de 2013

Las palomas mensajeras



Hoy las palomas mensajeras viajan y nos muestren sus mensajes a una velocidad de vértigo. Sus rápidos y fugaces vuelos toman forma en las ediciones digitales de los periódicos; en los escuetos y ortográficamente incorrectos de los SMS o en los correos electrónicos depositados en los brazos de nuestra bandeja de “Entrada”.   A mayor cantidad de información menor posibilidad de análisis detallados y rigurosos.  Leemos solamente los titulares de los periódicos y empezamos los libros por su final.  Hay prisa, mucha prisa, por consumirlo todo vorazmente y en un tiempo record. Uno de los sabios sevillanos a los que he tenido la suerte de conocer y tratar (don Miguel Ángel Yáñez Polo) me dio, hace años, una serie de consejos que consigo a duras penas llevar a la práctica. 1) De todo cuanto leas intenta hacer por escrito un pequeño resumen de lo verdaderamente sustancial y repasa tus notas de vez en cuando. 2) Si tus posibilidades físicas te lo permiten emprende a diario largas caminatas en solitario. Mientras caminas desarrolla el exterior a través del ejercicio físico y el interior mediante la reflexión intelectual.  3) Cuando en una tertulia prevalezca la necedad y la impostura pon una excusa y vete; si lo hace la cordura, intenta escuchar desde el sosiego hablando lo estrictamente imprescindible. 4) Mira pausadamente cuanto Dios nos ofrece a través de la Naturaleza (en una puesta de sol hay más verdad que en el escaparate de una tienda de moda). En este “cuarteto” filosófico de uno de los más grandes fotógrafos que ha dado la Ciudad puede que se encuentre la posibilidad de acceder al pozo de la sabiduría. Lamentablemente, siempre me he quedado en sus preámbulos y con un permanente propósito de enmienda.  Vivimos en todas las variantes posibles instalados en la neurosis que nos marca la prisa compulsiva y/o las circunstancias personales de cada uno.  Les arrancamos a las palomas de las patas sus mensajes para leerlos antes de que emprendan el vuelo.  No podemos esperar a que las buenas y malas noticias se manifiesten a través de su cauce natural.  Sabemos al dedillo todos los pormenores del conflicto bélico de Afganistán e ignoramos quien hizo el Altar Mayor de la Colegial del Salvador. Trabajamos (quien aún pueda), comemos, bebemos, defecamos, amamos, conversamos y nos desplazamos como si nos fuera la vida en el empeño.  Emprendemos una tarea con la mente puesta en la siguiente y el lunes nos interesa, prioritariamente, para poder programar el martes. Hemos aprendido a malvivir y desarrollarnos a través de las pertenencias. Estaba cantado que la palomas mensajeras terminarían buscando basuras en las orillas de los contenedores.  Prevalecen los veloces mensajeros y consumimos sin rubor sus compulsivos y dañinos mensajes. RIP a las palomas mensajeras y Welcome a los nuevos “apóstoles” de los mensajes. “Cosas veredes, amigo Sancho”.

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