Hoy las palomas mensajeras viajan y nos muestren sus mensajes a una
velocidad de vértigo. Sus rápidos y fugaces vuelos toman forma en las ediciones
digitales de los periódicos; en los escuetos y ortográficamente incorrectos de
los SMS o en los correos electrónicos depositados en los brazos de nuestra
bandeja de “Entrada”. A mayor cantidad
de información menor posibilidad de análisis detallados y rigurosos. Leemos solamente los titulares de los
periódicos y empezamos los libros por su final.
Hay prisa, mucha prisa, por consumirlo todo vorazmente y en un tiempo
record. Uno de los sabios sevillanos a los que he tenido la suerte de conocer y
tratar (don Miguel Ángel Yáñez Polo) me dio, hace años, una serie de consejos
que consigo a duras penas llevar a la práctica. 1) De todo cuanto leas intenta
hacer por escrito un pequeño resumen de lo verdaderamente sustancial y repasa tus
notas de vez en cuando. 2) Si tus posibilidades físicas te lo permiten emprende
a diario largas caminatas en solitario. Mientras caminas desarrolla el exterior
a través del ejercicio físico y el interior mediante la reflexión
intelectual. 3) Cuando en una tertulia
prevalezca la necedad y la impostura pon una excusa y vete; si lo hace la
cordura, intenta escuchar desde el sosiego hablando lo estrictamente
imprescindible. 4) Mira pausadamente cuanto Dios nos ofrece a través de la Naturaleza (en una
puesta de sol hay más verdad que en el escaparate de una tienda de moda). En
este “cuarteto” filosófico de uno de los más grandes fotógrafos que ha dado la Ciudad puede que se
encuentre la posibilidad de acceder al pozo de la sabiduría. Lamentablemente,
siempre me he quedado en sus preámbulos y con un permanente propósito de
enmienda. Vivimos en todas las variantes
posibles instalados en la neurosis que nos marca la prisa compulsiva y/o las
circunstancias personales de cada uno.
Les arrancamos a las palomas de las patas sus mensajes para leerlos
antes de que emprendan el vuelo. No
podemos esperar a que las buenas y malas noticias se manifiesten a través de su
cauce natural. Sabemos al dedillo todos
los pormenores del conflicto bélico de Afganistán e ignoramos quien hizo el
Altar Mayor de la Colegial
del Salvador. Trabajamos (quien aún pueda), comemos, bebemos, defecamos,
amamos, conversamos y nos desplazamos como si nos fuera la vida en el
empeño. Emprendemos una tarea con la
mente puesta en la siguiente y el lunes nos interesa, prioritariamente, para
poder programar el martes. Hemos aprendido a malvivir y desarrollarnos a través
de las pertenencias. Estaba cantado que la palomas mensajeras terminarían
buscando basuras en las orillas de los contenedores. Prevalecen los veloces mensajeros y
consumimos sin rubor sus compulsivos y dañinos mensajes. RIP a las palomas
mensajeras y Welcome a los nuevos “apóstoles” de los mensajes. “Cosas veredes,
amigo Sancho”.
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