domingo, 17 de marzo de 2013

Por los recovecos del alma




¿Qué se puede escribir de Él que no haya sido escrito ya?  ¿Qué puede decirse que no haya sido antes pronunciado?  Se le ha llamado: Señor de Sevilla, Cisquero, Dios de la Ciudad, Vecino Ilustre de San Lorenzo, Dios proletario, Rey de reyes… Les fueron dedicadas las Saetas flamencas más profundas que soñarse pueda.  Pusieron su nombre a la calle que, por llevar su nombre, es la calle de las calles de la Ciudad.  También a un Sanatorio donde la maestría de la mejor medicina enlaza de manera armoniosa con la verdadera caridad cristiana. Su rostro fue tallado en lapidas blancas para que Él transporte a la eternidad a los ya eternamente ausentes. Pintado en azulejos de zaguanes por las casa señoriales de su Barrio y en los pórticos de mansiones aljarafeñas. En almanaques que presidían la decente austeridad de los “cuartos” de los corrales de vecinos. En estampas que cuelgan laterales en los cabeceros de las camas de los hospitales y en las mesitas de noche de las residencias donde ancianas cubren pesarosas su último tramo existencial. En las grandes fotos enmarcadas presidiendo los salones de los modestos pisos de la periferia.  En medallas colgadas al cuello de mujeres que saben mejor que nadie donde pueden siempre encontrarlo.  Fue citado en fandangos, coplas y sevillanas de manera tan gozosa como certera.  Motivo principal de sublimes poemas y artículos pletóricos de honda sevillanía.  Pues, a pesar de todo, siempre existirá un nuevo impulso -cultural o sentimental- para alabarlo y mostrarle de nuevo pleitesía.  Son los recovecos del alma, donde siempre tendremos para Él un hueco pendiente por rellenar. Recuerdo que cuando se programó el “Vía-Crucis” y se barajaba (de Conde de Barajas) que imágenes debían concurrir a este magno y discutido evento de manera unánime se decía: “el Gran Poder y trece más”.  Nadie, independiente de su pertenencia cofradiera, se sentía ofendido por tan rotunda afirmación. ¿Qué nombre más certero podemos poner para definir la devoción y la fe sevillana? Pocas dudas abrigábamos ante el que siempre nos da abrigo: ¡Gran Poder!  Él vio pasar a generaciones y generaciones de sevillanos como un Farero que alumbra y guía infatigable a los barcos en la tempestad.  Desde que un día Él arribó para quedarse eternamente por San Lorenzo nunca sabremos quien sería la primera mujer sevillana que al mirarlo a la cara le dijo: “Padre nuestro que estás en Sevilla”.  ¿Quién fue el primer costalero que levantó el faldón de su paso para meterse bajo sus plantas?  ¿Quién sería el primer capataz que mirándole a la cara lo paseó por las calles de la Ciudad?  ¿Qué saetero le cantaría su primera Saeta?  ¿Qué sevillano o sevillana tuvo el privilegio de poder besar su divino talón por vez primera?  Esta es una historia interminable de amor entre el Hijo de Dios y la Ciudad y, las historias interminables lo son por estar siempre pendiente de escribirse el próximo capítulo.  El mismo que un día escribirán nuestros nietos.  Pasaremos nosotros y pasarán ellos, aves de paso en busca del paraíso soñado, pero otros vendrán y propiciarán que el llavero sentimental de esta tierra sevillana esté siempre colgado en la puerta de su visitada Basílica.  Él, solamente Él, tiene la llave que nos abrirá un día eternamente los recovecos del alma. Una semana más y nos llegará el Domingo de los domingos sevillanos. Añadamos cuatro gloriosos días de la semana a los que la Ciudad apellida Santo y se volverá a levantar el telón de la Madrugá sevillana.  Él saldrá a la calle y la Ciudad se hará un Templo urbano donde un año más se repetirá la vieja letanía de siglos de amor…”Padre nuestro que nos llega desde San Lorenzo”.

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