viernes, 15 de marzo de 2013

Suspiros de patinillo



“Porque te llamas Aurora
Me acuesto al rayar el día;
Si te llamaras Custodia
De la Iglesia no saldría”

Las buganvillas suspiran prendidas en las enredaderas de los patinillos en las casas señoriales.  Se confunden en los claustros conventuales el espeso aroma de la masa de los dulces con el olor del incienso que muere a los pies del Dios Padre. La alondra mañanera canta su letanía de siglos por los campos andaluces. Un cante de Trilla abre los surcos de la mañana en los luminosos pueblos encalados. Huele a café de pucherete y a Solea de los Puertos.  Los mares desgranan sus olas blancas bordando su fino y transparente encaje en la mojada arena. Los corazones de las mocitas casaderas palpitan al reclamo de los besos soñados. Los viejos se sienten menos viejos y los niños menos niños. Las tardes se resisten cada vez más a entregarse al reino de las sombras. Las abuelas bordan primorosas los escudos de los antifaces nazarenos. La Soledad se siente menos sola cuando escucha el bullicio infantil por la Plaza de San Lorenzo.  El Señor de la Salud, allá por San Nicolás, cierra su consulta espiritual por falta de enfermos que atender: tienen a la calle como mejor terapia. La Judería suena con el tintineo de monedas recaudadas para la caridad por don Miguel de Mañara y la campanilla callejera de antiguo santolio. Por la Alfalfa sobrevuela el capote de “El Espartero” acompasado por los trinos de pájaros domingueros. Pronto pasará Ella por allí y todo volverá a renacer. Un taxista baja el taxímetro mientras se emociona viendo su medalla candelaria colgada del espejo retrovisor.  La gente se emborracha con la luz y la luz se emborracha con la gente. Avanzan los días y retrocede la temida angustia existencial. En esta Ciudad todo puede explicarse desde los sentimientos más profundos: hasta que una Virgen llamada de las Nieves salga a la calle en Agosto. Cuando no procede ni merece la pena disculparse mejor ni intentarlo siquiera.  Somos excesivos por ser excesiva la belleza que nos rodea. Me rindo, ante la atracción callejera, a seguir escribiendo. Cuando todo queda –o está- meridianamente claro emborronar folios se nos antoja tan volátil como estéril.  Toca beberse a sorbos en estos dulces días de espera el néctar de la vida por San Nicolás, La Alfalfa, San Lorenzo, el Salvador o Triana.  Callejuelas y plazoletas se rinden a la evidencia más palpable: estamos en Marzo; esto es Sevilla y aquí hay que… ¡vivir! 

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