Llegaron desde tierras extremeñas a la Feria de Sevilla. Eran gitanos de verde luna
tratantes de ganado y gente de almas nobles enredadas en los laberintos del
Flamenco. Capaces de pintarle rayas a un mulo y vendérselo a los “castellanos”
como si fuera una cebra. Como cada año el Prado sevillano los veía llegar
elegantes y enjundiosos, siempre apoyados en sus bastones con sus finos portes
aristocráticos y encasquetados en sombreros negros como el azabache. Botos de
media caña y cañas (de manzanilla) de voto y medio. Bohemios de cuerpos y almas
portando mulas de arreo y jacas tordas de rienda fácil y galope garboso. Lo
cantaba magistralmente “Porrinas de Badajoz”: “Vengo de mi Extremadura / de ponerle a mi caballo / de plata las
herraduras”. Llegaban, pernoctaban, comerciaban, se divertían y se iban
camino de Badajoz por la Ruta
de la Plata. Buscaban
su Extremadura natal cantando entre dientes sus Jaleos extremeños: “Allá arribita en el cerro / hay un caldero
de sopa / que se lo está comiendo un perro”. Llevaban a las gitanas
extremeñas los “jurdeles” para sus faltriqueras y ellos traían el alma llena de
sevillanía. Gitanos de pura cepa uniendo amorosamente Badajoz y Sevilla con el
lazo del Flamenco. Tiempo pasado y testimoniado en viejas fotos y hermosos
grabados. Feria de ganado donde los hombres cerraban sus tratos con un simple
apretón de manos. Sevilla como el
epicentro de la gitanería entregada sin remisión en los brazos del buen Cante
flamenco. Recuerdos de una época perdida en la nebulosa de los tiempos y
ennoblecida por una Ciudad siempre más proclive a su pasado que a su presente. Esta
Ciudad a la par que ha sumado nuevos habitantes ha acumulado una mayor dosis de
soledad de soledades. Se fueron para no volver los gitanos extremeños a su
“Plaza Alta” de Badajoz y aquí nos quedamos descompuestos y sin Feria…de
ganado. Daría un dedo de mi mano (el que más falta me hiciera) por haber podido
ser participe activo de aquella época. Tendré que conformarme con vivir una Ciudad
llena de figurones y envuelta en lo insustancial. Gitanos extremeños cuyos
espíritus vagarán eternamente por el Prado de San Sebastián sevillano.
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