Siempre que vuelvo a escuchar el “Yesterday” de “The Beatles” me
produce la misma grata impresión de cuando la escuché por primera vez. A pesar de los años transcurridos lo recuerdo
con absoluta nitidez. Fue en un disco pequeño de cuatro canciones que compré en
“La Esquina
del Hotel Madrid” (todavía afortunadamente lo conservo). Yo tenía un pequeño
tocadiscos “Philips” que funcionaba a pilas y que aguantaba en sus justas
revoluciones no más de cinco o seis canciones. Después empezaba a languidecer y
todos terminaban cantando a ritmo lento. ¡Que tiempos aquellos! Mi padre, criado en el Flamenco puro y duro,
no podía comprender que un hijo suyo en el que tenía depositado muchas
esperanzas jondas además de tener el pelo largo le gustara aquella música
estridente. Pero a pesar de su ancestral primitivismo era una persona permisiva
y comprendió que se podía tener melena y ser a la vez decente, educado y
trabajador. También, evidentemente, que tampoco estaba reñido escuchar a “The
Kings” y a “Porrinas de Badajoz”. Siempre me he mostrado contrario a que las
opciones culturales –y las otras- tengan que ser necesariamente
unidireccionales. Meter en un mismo saco de aficiones musicales a Mozart,
Manolo Caracol, Elvis, Sinatra, Count Basie, Paco de Lucía, María Callas o The
Beatles no solo es necesario sino que a mí me resulta totalmente
imprescindible. Cada vez que vuelvo a escuchar el “Yesterday” me devuelve a una
juventud llena de ilusiones y sueños por realizarse. ¿Pueden las canciones de
nuestra vida tener un objetivo más noble que hacer que renazcan nuestras
esperanzas? Son retazos sentimentales
que sustituyen la melancolía de los paraísos perdidos por la dicha de haber
vivido intensamente. Cuando tu salud es
aceptable y la vida se ha portado bien contigo lo verdaderamente interesante
siempre serán los años que nos queden por gastar. Los ramalazos del “Yesterday” (el ayer)
siempre será algo adherido a las paredes del alma en un tiempo sin tiempo ni
medida. Las canciones, las buenas canciones,
siempre serán eternas si así lo determina nuestra memoria sentimental. Hoy,
afortunadamente, se ha remasterizado todo el universo sonoro y ello nos permite
escuchar y a la vez escucharnos en una permanente y eterna juventud. Pero a que engañarnos: todos hemos conocido
alguna vez a “viejos” de 25 años de edad y a “jóvenes” de 80. Ni podemos elevar nuestra perdida juventud a
los altares de la felicidad suprema ni tampoco condenarnos a nosotros mismos
por el paso de los años. Fuimos, somos y seremos felices en función de las
circunstancias y de nuestra propia determinación ante la vida. Eso si, para que negarlo, el “Yesterday” de
“The Beatles” como valor supremo de cuando traspasamos el “Kilómetro cero” de
la felicidad. Éramos insultantemente
jóvenes y la música nos transportaba al paraíso soñado. Escuchar “Yesterday” de nuevo siempre será un
placer para los sentidos.
No sólo es la cancion mas versionada,mas vendida o mas popular. Es además la cancion de nuestra vida, una sintonia de fe, donde volver cuando ansiamos encontrarnos a nosotros mismos tal y como eramos.
ResponderEliminarSaludos, Juan Luis.