De los tres conceptos que nos da la RAE para interpretar el “Fundamentalismo” los dos
primeros hacen alusión a sus espurios orígenes religiosos y el tercero dice
textualmente: “Exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o
práctica establecida”. Aquí se puede aplicar perfectamente a posicionamientos
religiosos, políticos, sociales, deportivos….o de cualquier índole. Pero
incluso entre el “gremio” de los fundamentalistas los hay permisivos y
radicales. Algunos prefieren quedarse en la frontera de la acción con los
“sables envainados” y otros los sacan a pasear para cortar cabezas. Todo aquel
que no piense íntegramente como ellos representa el enemigo a batir. Si algo te va enseñando los años vividos es a
no caer ni en la intransigencia ni tampoco en el falso discurso de las verdades
absolutas. Respetar las ideas de los demás es el mejor antídoto para que
respeten las tuyas. A pesar de que muchos piensen lo contrario y también, como
no, de la Santa Inquisición,
creo que Sevilla no ha sido en exceso una ciudad fundamentalista (aquí durante
un periodo de la Historia
convivieron tres religiones de distinta configuración). Posiblemente más que
fundamentalista esta sea una Ciudad bastante dada a las contradicciones. Mi ya
larga trayectoria de sevillano militante no hace más que confirmarme que esta
tierra, en sus aspectos más negativos, es patria de “figurones” y “trepas”. En definitiva
sentirse “alguien” en el organigrama social y político de la Ciudad representa el sueño
de no pocos sevillanos. Afortunadamente cuando se es tan proclive a los
“bandazos” el fundamentalismo ni está ni se le espera. Bastará un cargo de cierta relevancia para
cambiar ipso-facto el “Digo” por el “Diego” (franquistas puros y duros del ayer
hoy reciclados en “socialistas de toda la vida”). Palco en la Maestranza y/o en San
Francisco, Caseta de Feria y Carreta rociera representan, para muchos, el
culmen de las conquistas sevillanas. De
todas formas todos estos defectos resultan menores comparados con el
fundamentalismo más radical (el mismo que ha propiciado desde el País Vasco el
asesinato de cientos de victimas inocentes, llenando de luto todos los rincones
de España). Propiciar el dialogo desde la argumentación y la duda razonable es
tan noble como necesario. Aprendemos
escuchando argumentos sólidos y bien razonados independiente de la ideología de
quien los exponga. Parecería como si el
asumir algo que vaya en contra de nuestros postulados fuera una especie de
herejía. Tiempo este que nos ha tocado
vivir donde predominan los gritos sobre los susurros. Intentemos no ser la
diana dialéctica de los fundamentalistas para así despojarlos de su falsa
investidura. Necesitan cómplices para sus perversas andanzas y es nuestra noble
obligación dejarlo solos con sus radicales mensajes. Como cantaba Serrat:
“Entre esos tipos y yo hay algo personal”.
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