lunes, 17 de junio de 2013

Apresados por la luz








Ya la luz forma parte de nuestra vida cotidiana. Los días son más largos y las noches se resisten a atraparnos con su negro manto. Que las estrellas alumbren el firmamento poco parece importar ya. Nadie “pierde” el tiempo en cuestiones tan cursis y triviales. La gente toma la calle y la calle toma a la gente. Oficialmente el próximo día 21 comienza el verano, aunque ya hace días que el calor –la caló- forma parte consustancial de nuestra cuota de quejas diarias. Atrás quedaron en la distancia marcados por el compás del tiempo la Semana Santa, la Feria, el Rocío, el Día de San Fernando y el Corpus. Sevilla siempre se mueve entre los paréntesis y los compases de las esperas. Todo lo bueno siempre será lo que está por llegarnos. Los niños y adolescentes ya están de vacaciones y los padres tendrán que desarrollar sus tareas paternas a jornada completa. Siempre establezco las estaciones del año en clave lectora. En tiempos de fríos al resguardo placentero del sol del mediodía o en las largas tardes-noches al calor del brasero. Con la llegada de las calores sentado en la terraza al fresco de las primeras horas de la mañana o en las últimas de la tarde. Hace ya demasiados años, me iba los domingos a primeras horas de la mañana a los Jardines de Murillo o al Parque de María Luisa y me sentaba a leer con la fresca sensación de las plantas recién regadas. Tenía la certeza de que el tiempo y el espacio me pertenecían y volvía con el sabor agridulce de los paraísos perdidos. No existen tiempos buenos ni tiempos malos. Son las circunstancias de cada uno y la percepción de las cosas las que determinan el grado de bienestar o el nivel de desconsuelo. Posiblemente la felicidad que le atribuimos a nuestra niñez y adolescencia esté idealizada por nuestro subconsciente. Incluso es posible que las cosas no ocurrieran en su conjunto exactamente como las recordamos. ¿Y que más da? Recordar los primeros encuentros playeros a través de las excursiones de Hermandades del Trabajo, o los “baños” en la Piscina Sevilla o de Coria, te retrotraen a los años dorados de infancia y juventud. Comenzamos una calurosa y larga etapa que alcanzará su ecuador cuando la calle Betis sepa a avellanas verdes y a sardinas asá. Cuando crucemos el río para encontrarnos con la quintaesencia de una Triana secuestrada por políticos y figurones. El verano ya tendrá fecha de caducidad cuando el quince de agosto saludemos –y nos salude- por la Puerta de Palos la Virgen de los Reyes. Serán días agotadores paliados a base de cerveza, gazpacho y agua fresca. Una luz cegadora nos atrapará cuerpos y almas y buscaremos la sombra por callejas y plazuelas. Notaremos la falta de arbolado en una Ciudad donde se tala todo menos la poca vergüenza. Manda sobre nosotros la luz cegadora y dejarnos atrapar sin oponer resistencia es lo mejor que podemos hacer. Hay batallas que al saber pérdidas de antemano es mejor ni comenzarlas siquiera.

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