Ya la luz forma parte de nuestra vida cotidiana. Los días son más
largos y las noches se resisten a atraparnos con su negro manto. Que las
estrellas alumbren el firmamento poco parece importar ya. Nadie “pierde” el tiempo
en cuestiones tan cursis y triviales. La gente toma la calle y la calle toma a
la gente. Oficialmente el próximo día 21 comienza el verano, aunque ya hace
días que el calor –la caló- forma parte consustancial de nuestra cuota de
quejas diarias. Atrás quedaron en la distancia marcados por el compás del
tiempo la Semana Santa,
la Feria, el
Rocío, el Día de San Fernando y el Corpus. Sevilla siempre se mueve entre los
paréntesis y los compases de las esperas. Todo lo bueno siempre será lo que
está por llegarnos. Los niños y adolescentes ya están de vacaciones y los
padres tendrán que desarrollar sus tareas paternas a jornada completa. Siempre
establezco las estaciones del año en clave lectora. En tiempos de fríos al
resguardo placentero del sol del mediodía o en las largas tardes-noches al
calor del brasero. Con la llegada de las calores sentado en la terraza al
fresco de las primeras horas de la mañana o en las últimas de la tarde. Hace ya
demasiados años, me iba los domingos a primeras horas de la mañana a los
Jardines de Murillo o al Parque de María Luisa y me sentaba a leer con la
fresca sensación de las plantas recién regadas. Tenía la certeza de que el
tiempo y el espacio me pertenecían y volvía con el sabor agridulce de los
paraísos perdidos. No existen tiempos buenos ni tiempos malos. Son las
circunstancias de cada uno y la percepción de las cosas las que determinan el
grado de bienestar o el nivel de desconsuelo. Posiblemente la felicidad que le
atribuimos a nuestra niñez y adolescencia esté idealizada por nuestro
subconsciente. Incluso es posible que las cosas no ocurrieran en su conjunto
exactamente como las recordamos. ¿Y que más da? Recordar los primeros
encuentros playeros a través de las excursiones de Hermandades del Trabajo, o
los “baños” en la Piscina Sevilla
o de Coria, te retrotraen a los años dorados de infancia y juventud. Comenzamos
una calurosa y larga etapa que alcanzará su ecuador cuando la calle Betis sepa
a avellanas verdes y a sardinas asá. Cuando crucemos el río para encontrarnos con
la quintaesencia de una Triana secuestrada por políticos y figurones. El verano
ya tendrá fecha de caducidad cuando el quince de agosto saludemos –y nos
salude- por la Puerta
de Palos la Virgen
de los Reyes. Serán días agotadores paliados a base de cerveza, gazpacho y agua
fresca. Una luz cegadora nos atrapará cuerpos y almas y buscaremos la sombra
por callejas y plazuelas. Notaremos la falta de arbolado en una Ciudad donde se
tala todo menos la poca vergüenza. Manda sobre nosotros la luz cegadora y dejarnos
atrapar sin oponer resistencia es lo mejor que podemos hacer. Hay batallas que
al saber pérdidas de antemano es mejor ni comenzarlas siquiera.
lunes, 17 de junio de 2013
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