Existen días que te levantas instalado en un moderado optimismo; otros
lo haces embarcado en la nave del pesimismo procurando que no te lleve al
puerto de la depresión y, las más como militante activo del escepticismo.
Lamentablemente la época actual está inmersa en unas coordenadas tendentes a la
mentira, la corrupción y el despilfarro. Ves impotente en torno tuyo a muchas
vidas y familias destrozadas por unas circunstancias impuestas desde la
sinrazón y la rapiña. Jóvenes brillantes a los que han propiciado un incierto
futuro; familias presas del desosiego al no saber como afrontar el duro día a
día y ancianos a los que se las ha robado la tranquilidad del epilogo de sus
vidas. Los sevillanos –y el resto de españoles- tenemos un Presidente de
Gobierno tan insustancial como previsible; un Presidente de la Junta que pretende, después
de un largo reinado socialista en Andalucía, eludir sus responsabilidades
políticas, y un Alcalde más preocupado en relanzar su Partido que en defender
los verdaderos intereses de los sevillanos. Mientras, los depositarios de las
esencias a lo suyo que consiste en camuflar con claveles y cera los graves
problemas que nos aquejan. Si algo bueno
tiene la dura situación actual es que casi todos han quedado “retratados”.
Algunos “plumillas” sevillanos han perdido una ocasión de oro para realizar un
Curso acelerado de objetividad. No caerá esa breva. Sevilla está sumida en el
abandono más lastimero y el Paro ha propiciado que la incertidumbre sea nuestra
pertinaz compañera de viaje. La mentira
y los intereses inconfesables se han apropiado de nuestras vidas y no existe
más verdad que el amanecer de cada día. La demagogia es un boomerang que se lanzan
unos a otros y todos viven instalados en sus cómodas fortalezas. Están anquilosados
en el “y tú más” mientras la desesperanza se apodera de la vida de la gente.
Cada mañana le damos los Buenos Días a una dama llamada incertidumbre. Nos
esperan tiempos extremadamente complicados y a los que se les augura todavía un
largo recorrido. La solución nunca nos
vendrá ni de fuera ni desde arriba. La jerarquía eclesiástica quiere que
tengamos fe; los políticos que tengamos paciencia y los bancos quieren que
tengamos dinero. Poco nos queda ya en el zurrón de estas cuestiones. La fe hace
tiempo que se tambalea; la paciencia ya alcanzó su límite y nuestro dinero hace
tiempo que se lo llevaron. Veremos como acaba esta historia y, en definitiva,
como acabamos todos nosotros.
Pues como diria Forges... país¡
ResponderEliminarOjalá este pesimismo que nos invade acabe pronto, Juan Luis. Un abrazo.