lunes, 24 de junio de 2013

¡Quietor!



Reconozco, con el paso de los años, que se me han quedado dos asignaturas pendientes y ya con pocas perspectivas de solución. La primera haber aprendido y desarrollado en profundidad la lengua de don William Shakespeare. Otra tener mi maleta de viaje llena de pegatinas de diversos países. Sobre el inglés las veces que lo he intentado –incluyendo de joven el Instituto Británico- me ha faltado voluntad para avanzar hacia niveles primarios. Los viajes casi siempre los he desarrollado a través del Cine y la Literatura, pues mi insobornable condición de sedentario sevillano (no confundir con inmovilista) siempre me han frenado los ímpetus viajeros. Me encuentro muy cómodo en el día a día con mis cosas a mano y en perfecto orden de revista (enseres, ropa, utensilios, discos, dvds y libros). El inglés todavía no lo descarto del todo aunque primero me tendría que poner al día en Gramática Española (¿se sigue llamando todavía así?). Antes de rendirle cuenta al de la “Larga Barba Blanca” me gustaría llevarme una semana en Florencia, asistir al Concierto de Año Nuevo en Viena y también ver un partido de fútbol en Old Trafford. Curiosamente estas visitas serían factibles. Para la odisea renacentista italiana sería cuestión de proponérmelo a medio plazo. La visita al campo del Manchester podría hacerla a través de mi primo Vitín que lleva cuarenta años viviendo en Inglaterra (allí trabaja en Londres como asesor histórico para la firma Sotheby´s). Pero estoy seguro que como me ha pasado siempre al final la indolencia y la neurosis sedentaria ganarán la partida. Me gusta hacer visitas cortas a algunas ciudades andaluza, preferentemente si se trata de Cádiz, el Puerto de Santa María, Córdoba o Granada (aquí mi cuerpo y mi alma se pierden por sus laberintos). Madrid, donde he viajado con frecuencia por cuestiones profesionales, me gusta fundamentalmente de noche cuando los coches duermen y reposan el sueño de los garajes. Otras de mis debilidades es viajar por tierras castellanas con las memorables Zamora, Toledo y Salamanca a la cabeza. En Cataluña estuve tres meses y, realmente, resulta esplendorosa en todos los sentidos. España es de una belleza y variedad de tal dimensión que cualquier país queda empequeñecido en términos comparativos. No es una “pavoneo” patriótico sino algo artístico, cultural y geográficamente demostrable. Siempre he procurado conocer las ciudades a través de sus grandes escritores o cineastas. La Roma inmortal de Alberto Moravia o Federico Fellini. La Praga de Franz Kafka. El Lisboa eterno, profundo y señorial descrito magistralmente por Fernando Pessoa. Un Cádiz luminoso y popular a través del recordado Fernando Quiñones. El Madrid mundano, variopinto y complejo visto por la talentosa pluma de Pío Barojas. El Manhattan universal sacado de la lámpara neoyorkina por el genio Woody Allen. La Sevilla de Cernuda, Romero Murube o Chaves Nogales.  Muchos ejemplos realmente conmovedores de visitas turísticas desarrolladas gozosamente a través del Cine o la Literatura. Afortunadamente la nueva generación de españoles conjugan ilustración y viajes a partes iguales (nuestros políticos han propiciado que muchos de estos viajes tengan como finalidad huir del paro). Quien no conoce no vive. Vivir es experimentar en profundidad todo cuanto la vida nos ofrece.

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