De tarde en de tarde observo en Internet la “deserción” de algunos
blogueros cuyos contenidos considero de bastante interés. Gente de cierta
relevancia social, política o cultural que consideran que cuanto hacen (escriben)
carece de alguna relevancia. Han llegado a la conclusión de que clamando en el
desierto tan solo se obtiene una soberana ronquera. Se despiden amablemente de
todos nosotros alegando cuestiones personales o de hartazgo para cerrar sus
ventanas internautas. Están hartos de dilapidar para nada su tiempo y su
talento. No me atrevo a aventurar si hacen o no lo correcto. Cada uno/a es muy
libre de situarse ante la vida y sus circunstancias como estime oportuno. Puede
que la sociedad actual tenga una sobredosis de trascendencia y exista una gran
brecha entre lo que pensamos y lo que decimos o realizamos. Ante la rotunda
afirmación de “Se que cuanto hago carece de importancia” va unido el
pensamiento de “Se van enterar cuando yo ya no esté”. Tampoco tengo claro si
algunas de estas “deserciones blogueras” no llevan aparejadas la vanidad previa
al subsiguiente reclamo. Supongo que de todo habrá en la viña de Internet. Combinar una especie de contradicción
permanente forma parte del ejercicio de la vida. Somos un compendio de luces y
sombras y en función de lo que hacemos podemos considerar que a nadie le amarga
un…halago. Bien cierto es que la Sociedad (más bien
Suciedad) actual es poco proclive a la profundidad de las cosas. Vivimos
instalados en lo meramente superficial y parece que llevamos estampado en la
frente un cartelito que dice: “Prohibido pensar por libre”. Sobre los “Toma de Horas” Salva Gavira y un
servidor coincidimos en dos apreciaciones antagónicas y complementarias a la
vez: lo que en este Blog escribimos es absolutamente irrelevante para los
avatares cotidianos de la
Ciudad y, sin embargo, sabemos que tiene cierta importancia
para un número determinado de personas. De
lo que tenemos pleno convencimiento es que si algún día nos cansamos o nos cansan
no enmudecerán –y muchos menos tocarán- las campanas de la Giralda. ¿Cuantos
laberintos necesitan los seres humanos para intentar alcanzar la Felicidad? Cada vez que una persona talentosa y decente
cierra su ventana en Internet la libertad se pone su ropaje de franela negra.
Ignoro si en algunos casos será un camino de ida y vuelta o desaparecerán para
siempre de nuestros ordenadores. Cada uno tiene derecho a gastar los momentos
que Dios le ha concedido en aquello que considere más conveniente. Cuando se
vive –como ocurre actualmente- atacado por cuatreros y salteadores de camino no
debíamos bajarnos de la diligencia. No les dejemos también en blanco las
pantallas de nuestros ordenadores. Se
los terminarán llevando para enterrarlos para siempre en el Cementerio de los
sueños perdidos. Ya sabemos como se las gastan y, sobre todo, donde y cuando se
lo gastan.
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