viernes, 14 de junio de 2013

Raíces profundas




Ha sido un grandísimo acierto abrir cada día de la semana la Iglesia de San Nicolás de Bari.  Allí, impertérrito, está Baldomero sentado frente a su pequeña mesa con un flexo de tiempos pasados y su insustituible “ABC”. Lo lee como si le fuera la vida en el empeño y levanta la cabeza solo para atender solicito y con una educación exquisita a quienes le requieren. También, como no, anda casi siempre por allí Victorino que se nos muestra como un eficaz “Jefe de Mantenimiento candelario” (dale a Vito un destornillador y un martillo y tardará medio día en montarte un paso).  Luego está Bernardo, el sacristán, aplicando la burocracia terrenal de la Parroquia. Dentro de mis diarios paseos “jubilares” por el Centro de la Ciudad (versión Alfalfa, Plaza del Pan, Salvador y San Nicolás) es muy difícil que no me pase a diario a darle los buenos días a Ella y a El (llegará un día que solo pueda hacerlo mi espíritu).  Observo que el reguero de “guiris” que entran en San Nicolás es incesante y todos coinciden en que aquello es una maravilla. Las Iglesias de Santa Cruz, Santa María la Blanca, Madre de Dios y San Nicolás de Bari configuran un cercano espejo sentimental, cultural y espiritual donde se mira a diario la Sevilla más profunda. Ignorada, eso si, por no pocos sevillanos que solo visualizan una Sevilla de postal. Ellos se lo pierden. Curiosamente allí, en San Nicolás, coincidimos mucha gente de mi generación que compartimos carencias en la niñez e ilusiones juveniles en la adolescencia. Rara es la semana que no te tropiezas con alguien a quien hacia muchísimos años que no veías ni tenía noticias suyas. A algunos los años les han tratado peor que a otros pero todos en definitiva vuelven en busca de sus raíces. La magdalena de Proust revestida con una capa de chocolate esperándonos en la “Confitería Castro”. Te enteras con pesar de ausencias definitivas de personas que significaron mucho en tu infancia y juventud. Somos ya gente pasada en años -y pesados en los conceptos- buscando que la Reina de San Nicolás y el Señor de la Salud nos vuelvan al paraíso de la infancia. Padres de hijos candelarios y abuelos de nietos candelarios que un día nos tomarán el relevo. Hemos aparcado los credo políticos, sociales y/o culturales que erróneamente entendíamos que nos hacia diferentes para retornar a los orígenes.  Lo mismo te encuentras a Salvador el del antiguo “Bar Candilejos” (increíble los malabares que era capaz de hacer con los platillos y las cucharillas) que a un antiguo vecino del “Corral de los Tromperos” que se ha llevado cuarenta años en Badalona.  Allí los veo emocionados delante de la pila bautismal donde fueron bautizados o agarrado a los dorados barrotes mirando con ternura y nostalgia a la Candelaria y al Señor de la Salud. Viejos rockeros de sandalias de goma, pelotas de trapo y meriendas de pan, mucho pan, con chocolate, poco chocolate.  En definitiva, la Teología según la versión de los niños del ayer de la collación de San Nicolás de Bari.  Las raíces o son profundas o no son raíces.

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