Ha sido un grandísimo acierto abrir cada día de la semana la Iglesia de San Nicolás de
Bari. Allí, impertérrito, está Baldomero
sentado frente a su pequeña mesa con un flexo de tiempos pasados y su
insustituible “ABC”. Lo lee como si le fuera la vida en el empeño y levanta la
cabeza solo para atender solicito y con una educación exquisita a quienes le
requieren. También, como no, anda casi siempre por allí Victorino que se nos
muestra como un eficaz “Jefe de Mantenimiento candelario” (dale a Vito un
destornillador y un martillo y tardará medio día en montarte un paso). Luego está Bernardo, el sacristán, aplicando
la burocracia terrenal de la Parroquia.
Dentro de mis diarios paseos “jubilares” por el Centro de la Ciudad (versión Alfalfa,
Plaza del Pan, Salvador y San Nicolás) es muy difícil que no me pase a diario a
darle los buenos días a Ella y a El (llegará un día que solo pueda hacerlo mi
espíritu). Observo que el reguero de
“guiris” que entran en San Nicolás es incesante y todos coinciden en que
aquello es una maravilla. Las Iglesias de Santa Cruz, Santa María la Blanca, Madre de Dios y San
Nicolás de Bari configuran un cercano espejo sentimental, cultural y espiritual
donde se mira a diario la
Sevilla más profunda. Ignorada, eso si, por no pocos
sevillanos que solo visualizan una Sevilla de postal. Ellos se lo pierden.
Curiosamente allí, en San Nicolás, coincidimos mucha gente de mi generación que
compartimos carencias en la niñez e ilusiones juveniles en la adolescencia.
Rara es la semana que no te tropiezas con alguien a quien hacia muchísimos años
que no veías ni tenía noticias suyas. A algunos los años les han tratado peor
que a otros pero todos en definitiva vuelven en busca de sus raíces. La magdalena
de Proust revestida con una capa de chocolate esperándonos en la “Confitería
Castro”. Te enteras con pesar de ausencias definitivas de personas que
significaron mucho en tu infancia y juventud. Somos ya gente pasada en años -y
pesados en los conceptos- buscando que la Reina de San Nicolás y el Señor de la Salud nos vuelvan al paraíso
de la infancia. Padres de hijos candelarios y abuelos de nietos candelarios que
un día nos tomarán el relevo. Hemos aparcado los credo políticos, sociales y/o
culturales que erróneamente entendíamos que nos hacia diferentes para retornar
a los orígenes. Lo mismo te encuentras a
Salvador el del antiguo “Bar Candilejos” (increíble los malabares que era capaz
de hacer con los platillos y las cucharillas) que a un antiguo vecino del
“Corral de los Tromperos” que se ha llevado cuarenta años en Badalona. Allí los veo emocionados delante de la pila
bautismal donde fueron bautizados o agarrado a los dorados barrotes mirando con
ternura y nostalgia a la
Candelaria y al Señor de la Salud. Viejos rockeros de
sandalias de goma, pelotas de trapo y meriendas de pan, mucho pan, con
chocolate, poco chocolate. En
definitiva, la Teología
según la versión de los niños del ayer de la collación de San Nicolás de Bari. Las raíces o son profundas o no son raíces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario