Dicen que con el paso de los años las personas cambiamos costumbres por
manías. Posiblemente sea verdad y el ser maniático no sea más que una forma de
que los demás no te cambien el guión de tu vida. A través de los años
construimos una arquitectura sentimental –la nuestra- siendo consciente de que
finalmente será interferida y/o derribada. Coleccionamos objetos y emociones
para dejar constancia de nuestro paso por la tierra. Hoy empieza el julio
sevillano de calores inmisericordes y ya podemos constatar que la primera mitad
del 2013 está ya finiquitada. ¡Como pasa el tiempo! Estamos ante un mes donde la Ciudad se retroalimenta de
la imprescindible sombra diurna y las más que previsibles noches de insomnio.
Reconozco que con el paso de los años he cambiado un julio tradicional de
recuerdos imborrables de la niñez por un mes al que le tengo manía. Lejos
quedan ya las excursiones playeras con Hermandades del Trabajo; los baños en
Piscinas Sevilla o las noches perfumadas con sabor a higo chumbo de los Cines
de Verano del Prado de San Sebastián. Hoy todo queda relegado al refugio insano
pero necesario de los aires acondicionados y a las escapadas masivas, los fines
de semana, a las playas. Asumo por propia experiencia que cada mes en Sevilla
tiene una lectura diferente: la que cada uno hace desde su óptica personal.
Para mí julio tiene cada vez menos alicientes emocionales. Castiga los cuerpos
empujando las gargantas a la fuente del Dios Gambrinus y pocos momentos ofrecen
los largos días para el necesario placer de la lectura. Todo es excesivo en una
Ciudad que huye, por estas fechas, hasta de si misma. Otros, a que dudarlo,
tendrán una lectura más positiva del mes siete del calendario. Corramos pues un
tupido velo que nos –me- haga más llevadero este mes de calores extremas (entre
las calores y mi familia paterna siempre hubo algo personal). Tiene julio dos
oasis que hacen más llevadera la larga y calurosa travesía por el desierto
estival. En lo material una Paga Extra que posibilita que los pensionistas
puedan ayudar a sus desamparado hijos y nietos. En lo sentimental-cultural una
Velá ancestral que se conjura cada año allá por el arrabal trianero. Más pronto
que tarde nos llegará agosto y, en su ecuador, con la salida de la Virgen volverá a ponerse en
marcha el reloj sentimental de la Ciudad. Va
quedando menos para volver a saborear lo que irremediablemente nos terminará
por llegar: la vida sevillana en su formato rectilíneo. Hagamos un ejercicio de
introspección para convencernos de que va quedando menos. Suerte y al….abanico.
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