sábado, 12 de octubre de 2013

Más que mil palabras




Me manda Fran Silva, compañero de sentires pasionarios, un más que excelente video con fotos suyas que reflejan -más que mil palabras- cuanto está aconteciendo en torno a nuestra realidad cotidiana. Son fotos donde se nos muestra la soledad más descarnada, el desarraigo, el hastío y el cansancio, pero también el poder ilusionante de los niños como antídoto y el afecto como símbolo de esperanza. Es un muestrario variopinto que refleja en blanco y negro -¿de que color podía ser?- la fauna que pulula por la jungla del asfalto. La vida expresada en un ramillete de fotos para dejar constancia grafica de la cotidianidad del mundo que, entre todos, hemos ayudado a perpetrar. La Fotografía se me representa como el ADN de la Historia. Una simple foto puede mostrarnos la barbarie de la Guerra; la belleza de la Naturaleza; la soledad más marginal e individualizada; una gesta deportiva o el amor y la bondad en cualquiera de sus variantes. La razón y la sinrazón que acompañan la existencia humana plasmada tras un objetivo. Para narrar una situación puedes necesitar escribir varios folios: una simple foto puede bastar para explicarla con rotundidad. Recuerdo una Exposición Fotográfica de Daniel Mordzinski que he visto hace un par de días en la “Casa de la Provincia”.  Versaba sobre escritores latino-americanos retratados en poses donde vida y literatura se hermanaban armoniosamente. Hace ya mucho tiempo que la fotografía, la buena fotografía, fue considerada un Arte (nada menor por cierto). Cada acontecimiento histórico contemporáneo de especial relevancia tiene a una fotografía como su santo y seña de identidad. Los horrores de la Guerra del Vietnam quedaron reflejados con la instantánea de una niña desnuda atemorizada y con la piel a tiras corriendo por una carretera. Nada de cuanto se haya escrito sobre esa Guerra refleja mejor su barbarie que esa demoledora foto.  Una buena fotografía no es tan solo una instantánea recogida por un artilugio moderno, es más bien la capacidad que tienen los grandes fotógrafos de atrapar el momento adecuado en la circunstancia adecuada.  Es el ojo del fotógrafo quien de verdad hace ¡clic! y no la máquina. Sevilla siempre proporcionó grandísimos fotógrafos. En la actualidad conozco varios (entre los que se encuentran mis “colegas” Fran Silva, Santi Pardo y José Antonio Zamora) que han tomado el relevo talentoso de los fotógrafos del ayer. Todos asumen -cosa que comparto- el blanco y negro como máximo exponente de la fotografía más profunda (asumiendo sin complejos que Sevilla tiene un color especial). Portan sus cámaras paseando por la Ciudad esperando que se produzca el milagro de la instantánea soñada. La consiguen no pocas veces y nos dejan testimonio gráfico de todo cuanto nos rodea. Nunca están del todo contentos con lo realizado y siguen soñando con la foto ideal.  Son en definitiva cronistas gráficos de una época y las circunstancias que la rodean.  Artistas de encuadres y situaciones callejeras que aman lo que hacen y hacen lo que aman.

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