Me manda Fran Silva, compañero de sentires pasionarios, un más que
excelente video con fotos suyas que reflejan -más que mil palabras- cuanto está
aconteciendo en torno a nuestra realidad cotidiana. Son fotos donde se nos
muestra la soledad más descarnada, el desarraigo, el hastío y el cansancio,
pero también el poder ilusionante de los niños como antídoto y el afecto como
símbolo de esperanza. Es un muestrario variopinto que refleja en blanco y negro
-¿de que color podía ser?- la fauna que pulula por la jungla del asfalto. La
vida expresada en un ramillete de fotos para dejar constancia grafica de la
cotidianidad del mundo que, entre todos, hemos ayudado a perpetrar. La Fotografía se me
representa como el ADN de la Historia. Una
simple foto puede mostrarnos la barbarie de la Guerra; la belleza de la Naturaleza; la soledad
más marginal e individualizada; una gesta deportiva o el amor y la bondad en
cualquiera de sus variantes. La razón y la sinrazón que acompañan la existencia
humana plasmada tras un objetivo. Para narrar una situación puedes necesitar
escribir varios folios: una simple foto puede bastar para explicarla con
rotundidad. Recuerdo una Exposición Fotográfica de Daniel Mordzinski que he
visto hace un par de días en la “Casa de la Provincia”. Versaba sobre escritores latino-americanos
retratados en poses donde vida y literatura se hermanaban armoniosamente. Hace
ya mucho tiempo que la fotografía, la buena fotografía, fue considerada un Arte
(nada menor por cierto). Cada acontecimiento histórico contemporáneo de
especial relevancia tiene a una fotografía como su santo y seña de identidad. Los
horrores de la Guerra
del Vietnam quedaron reflejados con la instantánea de una niña desnuda
atemorizada y con la piel a tiras corriendo por una carretera. Nada de cuanto
se haya escrito sobre esa Guerra refleja mejor su barbarie que esa demoledora
foto. Una buena fotografía no es tan
solo una instantánea recogida por un artilugio moderno, es más bien la
capacidad que tienen los grandes fotógrafos de atrapar el momento adecuado en
la circunstancia adecuada. Es el ojo del
fotógrafo quien de verdad hace ¡clic! y no la máquina. Sevilla siempre
proporcionó grandísimos fotógrafos. En la actualidad conozco varios (entre los
que se encuentran mis “colegas” Fran Silva, Santi Pardo y José Antonio Zamora)
que han tomado el relevo talentoso de los fotógrafos del ayer. Todos asumen
-cosa que comparto- el blanco y negro como máximo exponente de la fotografía más
profunda (asumiendo sin complejos que Sevilla tiene un color especial). Portan
sus cámaras paseando por la
Ciudad esperando que se produzca el milagro de la instantánea
soñada. La consiguen no pocas veces y nos dejan testimonio gráfico de todo
cuanto nos rodea. Nunca están del todo contentos con lo realizado y siguen
soñando con la foto ideal. Son en
definitiva cronistas gráficos de una época y las circunstancias que la
rodean. Artistas de encuadres y situaciones
callejeras que aman lo que hacen y hacen lo que aman.
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