miércoles, 30 de octubre de 2013

Preámbulos de reflexión

 
Unas horitas de propina y el incomprendido mes de Octubre se nos marchará por donde había venido: la cornisa del Aljarafe. En el orden del calendario Octubre ocupa el dorsal número 10. El mismo que lucían en  sus camisetas Ferenc Puskas, Luis Suárez, Pelé, Julio Cardeñosa o Maradona y que hoy luce, para  escarnio de sus rivales, el genial Leo Messi. Se nos marcha Octubre y se encadenará, sin solución de continuidad, con el mes donde la reflexión toma forma de orfandad en santos y difuntos mientras la mentira se disfraza de falsos Tenorios. Pongamos que hablo de Noviembre. Lo verdadero y lo efímero extrañamente unidos en una Ciudad donde lo cultural, social o sentimental siempre encuentra una contrapartida. Los días se acortan y las faldas se alargan para demostrarnos sin fisuras que estamos inmersos en la etapa de la mesa-camilla. Tardes de lecturas sosegadas al calor del hogar donde el olor de la alhucema se confunde con el sabor de los pestiños caseros. La barca que nos lleva por los mares de la vida empieza a escorarse unas veces a babor y otras a estribor. Atrás quedaron en la lejanía los dulces recuerdos de la niñez atracados en el puerto de los paraísos perdidos. La memoria se nos presenta tan frágil como precisa en estos mágicos días. Pocos Noviembres falto a mi cita lectora con “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. Casi sin darnos cuenta entraremos en el pórtico de otra Navidad y la Ciudad volverá a lucir sus mejores galas.  Pero para eso todavía quedan unos días que a mí me resultan especialmente atractivos. Estamos ante un Tiempo ex-profeso para disfrutar de la música de dos Antonios geniales: Vivaldi y Mairena. “Las cuatro estaciones” y la “Soleá de Alcalá” unidas por los pentagramas del alma. Tiempo de preámbulos reflexivos para hacer parada y fonda en el epicentro de nuestras más nobles emociones. Se marcha Octubre de hispanidades cuestionadas y revoluciones frustradas. Con el paso de sus días nos hemos nutrido de más ropa y nos liberamos, ¡por fin!, del largo y calido verano.  Como canta Serrat en su “Balada de Otoño”…”Llueve, detrás de los cristales llueve y llueve / sobre los chopos medio deshojados / sobre los pardos tejados / sobre los campos llueve”.  En definitiva, un breve paréntesis existencial para la reflexión (que no es poco para los tiempos que corren).  

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