Que cada persona construye su manera de vivir acorde con sus
circunstancias y sus necesidades se nos presenta como una verdad
incuestionable. Hay quienes no necesitan a Mozart para vivir y sin embargo
hacen inseparable compañeras de su viaje existencial las recetas de Arguiñano. Quede claro que
cada uno es muy libre de buscar su felicidad donde lo crea conveniente. La sempiterna teoría de vivir para comer o
comer para vivir excluyendo los pentagramas de la olla express o viceversa.
Todo al final tiene su tiempo y su medida. Cada cosa en su sitio y cada sitio
en su cosa. Algo que en la actualidad si resulta llamativo y puede que hasta
preocupante es la falta de referentes. No existen referencias morales,
sociales, políticas y/o culturales a las que puedan aferrarse las nuevas generaciones. Estamos instalados en la banalidad más
absoluta y todo queda reducido al usar y tirar. La televisión vive
exclusivamente para aumentar la audiencia (envileciendo si hace falta a la
gente) y así ganar dinero con la publicidad. Los políticos viven para cosechar
votos –y así llegar al Poder- proponiendo programas electorales que nunca serán
cumplidos. Los escritores lo hacen para conseguir ventas masivas de sus libros.
Los padres quieren proyectar en sus hijos el antídoto contra sus propias
frustraciones. Todo está sujeto a un mercadeo donde la verdad ni está ni se le
espera. Los que pretendan salirse de este círculo perverso y mercantilista no
lo tendrán nada fácil. Nos desayunamos cada día con un nuevo caso de corrupción
y nos acostamos con la sensación de que nuestras vidas están siendo expoliadas.
Bien cierto es, como quieren que creamos, que ni es oro todo lo que reluce ni
tampoco es plata todo cuanto brilla. Racionalizar lo “políticamente correcto”
se nos presenta como una tarea ciertamente difícil de desarrollar. Cuando
alguien lleno de sensatez apunta con su dedo a la luna todos terminamos
mirándole el dedo. La culpa de lo que nos pasa siempre la tendrán los demás. Lo
dejó dicho meridianamente claro el recordado John Fitzgerald Kennedy: “No os
preguntéis que puede hacer vuestro país por vosotros. Preguntaos que podéis hacer
vosotros por vuestro país”. Pero también dijo algo que se nos presenta de
palpitante actualidad y no debíamos olvidar: “Perdona a tus enemigos, pero no
olvides sus nombres”.
Magnifica entrada y buen referente, en este caso, para ponerse a pensar. Un abrazo.
ResponderEliminar