La anulación de la “Doctrina Parot” por el Tribunal de Estrasburgo, con
la subsiguiente excarcelación de asesinos conversos y confesos, han provocado
la justa indignación y el asco de las personas decentes (independiente de sus
credos y/o ideologías). Ver en la calle a etarras asesinos y comprobar
asqueados el caluroso recibimiento que, por parte de algunos vecinos de sus
pueblos, les hacen como “Héroes de la liberación vasca”. Gente cruel y asesina
que han causado la muerte de personas inocentes (incluyendo niños) y que lejos
de arrepentirse de sus crímenes se ufanan de ellos. Insisto, entran ganas de
vomitar y cuestionar seriamente unas leyes que se ponen al servicio de los
criminales. Comprobar estos días por la televisión la salida ufana de asesinos
potenciales que han llevado la ruina y la desgracia a muchas familias españolas
es un canto a la desesperanza. Cuando nuestros políticos, de todo signo y
condición, dicen compartir el asco de los ciudadanos pero que poco o nada se
puede hacer es que algo está fallando estrepitosamente. Estos canallas
integrales debían –deben- de pudrirse en las cárceles y tan solo un sincero
arrepentimiento podría plantearnos en un futuro que salgan de las mismas. Más
bien hacen todo lo contrario y se muestran orgullosos de sus “hazañas
patrióticas”. Unen a su condición de asesinos integrales una incapacidad para
reconocer que todo cuanto han hecho es potencialmente inútil para el País
Vasco. Vivimos unos tiempos muy difíciles de digerir y donde el asco ante estas
injustas situaciones es el pan nuestro de cada día. Manifestar, una vez más,
nuestro apoyo incondicional a las victimas del terrorismo que deben estar
sumidas en el más profundo desasosiego. En nuestra maltrecha “Piel de Toro”
vuelven a ganar los malos en esta Historia interminable. Es nuestro sino en una
tierra donde siempre prevalece la sangre derramada por las victimas inocentes. El
vomito del viento.
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